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conceptos básicos de la psicometría, Apuntes de Psicometría

explicación de los conceptos básicos de psicometría aplicada.

Tipo: Apuntes

2022/2023

Subido el 09/10/2023

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PSICOMETRÍA APLICADA
Morales, María Luisa
Editorial Trillas
México, 1990
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PSICOMETRÍA APLICADA

Morales, María Luisa

Editorial Trillas México, 1990

ÍNDICE GENERAL

PRÓLOGO

Lanzarnos a la aventura de escribir este libro de texto ha sido el resultado de las experiencias vividas, primero como alumna y luego como profesora de la materia ahora denominada psicometría, que forma parte del currículo académico que todo estudiante de la carrera de psicología deberá estudiar en algún momento de su preparación universitaria. Nuestro propósito es ofrecer a los estudiantes un texto útil, sencillo, escrito de manera directa en nuestra lengua y que presenta la recopilación de la información, el aprendizaje práctico en sus diversas aplicaciones y la experiencia obtenida sobre todo en el campo de la docencia. Puede decirse que desde la fundación de esta carrera en México, el estudiante de psicología se ha visto en la necesidad no sólo de leer, sino de estudiar y entender los conceptos básicos en un idioma extranjero, generalmente el inglés, tanto en psicología como en todas las materias que comprende la carrera psicológica. Esto provoca que muchas veces, por la complejidad de los temas, al estudiarse en otro idioma no sólo sean más difíciles, sino con frecuencia se distorsionan, ocasionando aprendizajes equivocados. Por otra parte, en México, las traducciones de los libros dedicados a la psicometría en especial son muy pocos, y su contenido resulta hasta cierto punto obsoleto. Exponen una gran cantidad de material que ha de ser aprendido por estudiantes y que en realidad no les será de utilidad cuando tengan que desenvolverse en el campo profesional. Presentan un gran número de tests no sólo desconocidos y de inútil aplicación en nuestro país, sino difíciles de adquirir con el fin de traducirlos, “adaptarlos y estandarizarlos” para el medio mexicano, actividad que, por otra parte, se encuentra bastante descuidada a pesar de ser una de las fuentes más importantes de trabajo en la psicología mexicana. Este libro presenta exclusivamente la aplicación de la teoría de la medición psicológica a los diversos campos de aplicación de nuestra ciencia en México. Con esto queremos indicar que no estamos impugnando ni discutiendo los fundamentos teóricos de la medición psicológica en general, sino simplemente intentamos llevar estos principios a su máximo rendimiento y utilidad dentro del marco de referencia en el que ha de desarrollarse el trabajo del psicólogo mexicano. El orden en que se presentan los capítulos de este libro está basado en nuestra propia experiencia en relación con lo que consideramos como fundamental jerárquicamente; es decir, estamos dando por sentado que el lector ha estudiado, al menos, el aspecto primario o curso anterior (es decir, la “teoría de la medición psicológica”) para que el contenido de este texto pueda comprenderse. El capítulo 1 está integrado por aquellos elementos que van a ser manejados en el uso de todo instrumento o test psicológico, tales como la aplicación de los tests psicológicos a los diversos campos de la psicología, las unidades psicométricas de medición, las tablas de normas de calificación y, esencialmente, la enumeración y explicación somera de los pasos que todo psicólogo debe observar al “evaluar” un test para sus objetivos específicos. Como sabemos, en cualquier tipo de test psicológico estos elementos son continuamente mencionados.

La distribución del empleo de los tests a lo largo del texto tiene el propósito de establecer cierto orden que vaya de aspectos generales a particulares; por ejemplo, se menciona en primer lugar la medición de la “inteligencia” en general, para hablar posteriormente de la medición de la inteligencia en las diversas etapas del desarrollo psicológico. Además, cabe aclarar que los tests presentados y explicados aquí, son de tres formas: a) aquellos que, aún siendo de importación, se utilizan profusamente en nuestro país; b) aquellos que han sido real y seriamente estandarizados en México o que se encuentran en proceso, y c) aquellos construidos especialmente para utilizarlos en algunos campos de la medición, tanto en la investigación como en situaciones particulares. Obviamente, si hemos omitido mencionar algunos tests o estudios relacionados con éstos, ha sido accidental, sobre todo a causa de la deficiente comunicación de estos trabajos. Vaya pues este trabajo a todas aquellas personas interesadas en el campo de la psicometría, esperando que sea de utilidad y con la absoluta decisión de realizar las correcciones pertinentes cada vez que éstas lleguen a nuestras manos. María Luisa Morales.

Cuando consideramos una regla de correspondencia para relacionar algún concepto precientífico mediante datos observables, de hecho estamos intentando obtener una explicación del concepto original. Una de las funciones de toda teoría de la medición consiste en emplear construcciones hipotéticas, y las desviaciones de la medida de esos valores hipotéticos constituyen la explicación de “eventos paradójicos”. La medición en psicología, como en cualquier otra ciencia, se inicia con la identificación de elementos del mundo real con los elementos o construcciones de un sistema lógico abstracto, al cual llamamos modelo; por ejemplo, el concepto de estatura de una persona se define fácilmente, teniendo en cuenta tres situaciones: a) identificación del objeto que va a ser medido, es decir, la persona (o la unidad experimental); b) identificación de las propiedades o conducta que va a ser medida (en este caso, la distancia que hay de los pies a la cabeza en posición erecta), y c) identificación de las reglas mediante las cuales asignamos un número a esta propiedad que va a ser medida (el metro). A menudo, la identificación de elementos del mundo real con los del sistema matemático puede hacerse fácilmente, como ocurre en el caso de los “volados” (lanzar una moneda al aire) en donde puede caer “águila o sol” o bien “cara o cruz”, descartando, desde luego, la posibilidad de que caiga de canto; asociamos estas dos posibilidades definiéndolas como A y B, las cuales son mutuamente exclusivas ya que sólo es factible la relación de una de estas posibilidades. Podemos decir entonces que estas “designaciones simbólicas” A y B constituyen una medida; de aquí se deriva un concepto amplio y generalizado de lo que entendemos por medición: es el procedimiento mediante el cual asignamos números (calificaciones, medidas) a las propiedades, atributos o características de los objetos (o de unidades experimentales), estableciendo las reglas específicas sobre las que se fundamentan tales asignaciones. El procedimiento de medición especifica una regla de correspondencia, un patrón a partir del cual a estos eventos les corresponderá un subconjunto de números reales. Las construcciones de la teoría psicológica están expresadas por medio de palabras; no obstante, tienden a traducirse en significados connotativos. Los modelos matemáticos difieren de los modelos puramente verbales en que aquéllos emplean sistemas matemáticos exactos generalmente de alto orden (álgebra o cálculo) mediante los cuales las construcciones elementales pueden manipularse a fin de facilitar las deducciones del modelo. Estas construcciones, aún cuando son más explícitas, tienden a tener menor significado connotativo y probablemente menor riqueza conceptual; por tanto, puede decirse que su utilidad actualmente se encuentra limitada en sus aplicaciones al universo conductual. Las construcciones teóricas se relacionan con el universo conductual mediante variables que se consideran como medidas o indicadores resultantes de observaciones introspectivas. IMPORTANCIA DE LA MEDICIÓN PSICOLÓGICA Ahora bien, si partimos de la base de que lo que existe, cualquiera que sea su naturaleza, lo es en cierta cantidad, debemos estar plenamente interesados en ello, es decir, en medir en qué cantidad los atributos que se han descrito como característicos de los seres humanos (hay que

recordar que no se mide al hombre, sino a sus atributos) existen en cada uno y cuál sería la norma de cantidad en los diversos grupos humanos que forman nuestro mundo. Actualmente, los psicólogos, siguiendo el pensamiento kantiano, están de acuerdo en la extensión con que los fenómenos psicológicos están a disposición de la observación y la medición, ya que la conducta humana está conformada de acciones, juicios, palabras, intereses, valores personales y culturales, hábitos, costumbres, etcétera. La naturaleza propia de todos estos aspectos del ser humano hacen un tanto difícil su investigación científica, ya que mientras pueden ser observables, el problema es menor; pero en cuanto surgen problemas en los que se encuentran implicados sensaciones, pensamientos e imágenes, lo “científico” de la investigación se complica. El interés de los científicos se centra en el mundo de los hechos; es decir, en aquello que se pueda ver, tocar, oír o expresar de alguna otra forma que sea observable por medio de los sentidos. De este modo, los psicólogos, como investigadores científicos, han dirigido su atención al estudio de aquellos eventos que pueden ser evidentes si se siguen las reglas fundamentales que la ciencia ha adoptado y que se han demostrado a lo largo de su desarrollo desde hace varios siglos. La naturaleza de los datos psicológicos es peculiar y difícil de manejar porque sólo se cuenta con la expresión verbal o motora-verbal del individuo que nos informa acerca de su experiencia personal. De tal suerte, con dichos datos recopilados trabaja el investigador psicológico, mismos que se restringen al hacer o al decir del hombre. Sin embargo, es demasiado lo que se puede aprender del comportamiento del individuo y, al respecto, existen muchas formas en las que puede hacerse una predicción de la conducta humana. Debemos establecer aquí claramente una cuestión que ha sido discutida frecuentemente por los estudiosos de la psicología: el hecho de que ésta, como ciencia, persiga entre otras finalidades la predicción no implica la limitación de las actividades del hombre, ni su libertad de “ser”. Asimismo, la ciencia psicológica, como tal, no constituye una cuestión de fe, ni es una religión o un credo, sino que tiene como base el método científico y la experimentación, y parte de éste le permite llegar a conclusiones y, por tanto, a establecer leyes acerca del comportamiento, lo cual también le permite abordar la investigación acerca de la religión y las creencias del ser humano, así como sus problemas éticos y morales. Sin embargo, en este punto no puede determinar cuál creencia es la mejor o la peor, si es “buena” o “mala”. Como en todo estudio científico, en el campo de la psicología debe haber diversas formas de medición; así, con excepción de la precisión que hay en las matemáticas, resulta difícil hacer afirmaciones absolutas, ya que toda ciencia se tiene que auxiliar de ellas para probar sus hipótesis y darlas por verdaderas. Como sabemos, la asignación de números a los atributos de los objetos se deriva de lo que denominamos niveles de medición, mismos que se diferencian por su grado de complejidad de los sistemas matemáticos que utilizan y las transformaciones matemáticas que admiten los datos para ser manejados en la obtención de resultados comprensibles. A manera de recordatorio, aquí simplemente indicaremos que esos niveles de medición, llamados con más propiedad escalas de medición, son elementos que se emplean frecuentemente, los

En 1886, Galton creó el primer laboratorio antropométrico destinado a la medición de las características físicas y sensoriomotoras de los seres humanos; y a través de todos sus trabajos estableció los principios del empleo del método estadístico como un auxiliar importante para obtener medidas más objetivas y precisas en sus investigaciones. Utilizó fundamentalmente el concepto de correlación, que posteriormente habría de ser desarrollado plenamente por Karl Pearson (1857- 1936). Se inicia, de esta manera, el estudio científico de las diferencias individuales y la evaluación de las pruebas mentales, apoyado en la instrumentación matemática. Por otra parte, Hugo Munsterberg, en 1891, diseñó pruebas específicas para niños, y fue el primer psicólogo que pensó en utilizar el registro del tiempo de ejecución de las tareas que se imponían con sus instrumentos, a sus sujetos de investigación. (No se informó del resultado de sus investigaciones). Investigadores como Pearson, Charles Spearman, Cyrill Burt, Goedffrey Thomson, en Inglaterra, y Kelley, Thurstone y Guilford y colaboradores, en América del Norte, estructuraron y fundamentaron el empleo de la inferencia estadística y de otros conceptos cuantitativos que han venido a integrarse al desarrollo y aplicación de la medición psicológica en la actualidad. En 1895 un discípulo de Kraepelin, Oehrn, utilizó en sus estudios el conteo de letras, el tachar cierta letra en algún párrafo, el buscar y encontrar errores y la memorización de dígitos y de sílabas sin sentido, siendo tal vez el primer psicólogo que supuso que, estableciendo correlaciones entre los resultados que obtenía con esas pruebas en los sujetos que investigaba (quizá pacientes psiquiátricos), podría obtener una mayor información y, por tanto, planear un mejor tratamiento terapéutico en ellos. En 1897, Hermann Ebbinghaus (llamado el “padre de la psicología experimental del aprendizaje”), al ser designado para estudiar a niños en edad escolar en relación con el problema de la fatiga, utilizó tres pruebas, que más tarde habrían de servir como base de muchas otras, más elaboradas y mejor construidas, tales como la del cálculo rápido, la de memoria de dígitos y la de completamiento de oraciones. Clark Wissler, en 1901, quien habría de responsabilizarse de la validación de las pruebas de Catell para la selección de estudiantes de nivel universitario, trató de determinar, mediante la aplicación de correlaciones, cuándo dos instrumentos medían las mismas (si eran positivas) o diferentes (si eran negativas) habilidades o cuál era su grado de correlación. Por otra parte, Sharp, siguiendo el mismo método de Wissler e intentando descubrir la naturaleza del “pensamiento humano”, realizó una serie de estudios, elaborando tests complejos y tests simples, a fin de determinar si la complejidad o simplicidad de los instrumentos podría constituir un factor importante en los resultados. Sus conclusiones fueron en el sentido de que cada prueba medía diferentes funciones y, por tanto, dependía de las necesidades o de los objetivos de los estudios el empleo de un tipo u otro de tests. Mientras Galton trabajaba en Inglaterra, Catell, en los Estados Unidos (utilizando la información experimental que Wundt obtuvo en su laboratorio de Leipzig, Alemania), desarrolló instrumentos de medición psicológica, a los cuales les agregó el clásico pragmatismo norteamericano. Catell siguió la escuela de Wundt y aprendió de él que es menester ejercer un

riguroso control al llevar a cabo las observaciones de la conducta; sin embargo, rechaza el concepto de que la meta fundamental en psicología sea la generalización de los hallazgos acerca de los fenómenos psicológicos ocurrentes en los seres humanos, y considera, sobre todo, las diferencias individuales en la ejecución de la conducta como variables principales en los estudios científicos. Años después, Catell, en contacto con Galton, estableció laboratorios de psicología en las universidades de Pensilvania y Columbia, en donde se analizó exhaustivamente el desarrollo y depuración de los instrumentos de medición psicológica, a los cuales Catell designó con el nombre de tests mentales (1890). Estos instrumentos fueron diferentes de los que conocemos y utilizamos hoy día, ya que habían sido creados sólo para la medición de capacidades sensoriales y otras funciones simples, teniendo en cuenta los puntos de vista (epistemológicos) del empirismo inglés, que afirmaba que el conocimiento se obtenía mediante la experiencia; de tal suerte, las medidas relevantes fueron, fundamentalmente, de tipo sensoriomotriz: tiempo de reacción, capacidades auditivas y visuales, sensibilidad al dolor, al gusto, etcétera. En 1896, Alfred Binet, en Francia como psicólogo experimental, se interesó más en el estudio de aquellos individuos que presentaban desviaciones conductuales, particularmente los niños. Después de minuciosos estudios en niños retrasados, normales y avanzados, Binet y Víctor Henri crearon una serie de instrumentos destinados a la medición de “procesos mentales muy complejos”. Posteriormente, analizaron una serie de pruebas a fin de determinar si era más adecuado pronosticar el potencial educativo de los niños mediante los juicios de los profesores cuando aquéllos tenían más edad, que cuando eran pequeños. En 1904, comisionados por la Secretaría de Educación Pública del gobierno francés para estudiar la educación de los niños retrasados, Binet y Simon desarrollaron la primera investigación formal para llevar a cabo la medición de habilidades complejas, la cual, en contraste con la de Catell, fue más prometedora en cuanto a los datos que con ella podían obtenerse, al grado de que en la actualidad aún se sigue utilizando, naturalmente después de haber pasado por múltiples revisiones y estudios que la han clasificado como un instrumento útil, predictor del comportamiento intelectual. ESTRUCTURA DE LOS INSTRUMENTOS DE MEDICIÓN PSICOLÓGICA Antes de seguir adelante, es necesario explicar qué se entiende por instrumento de medición psicológica; sin embargo, esto constituye, hasta cierto punto, un problema, que a través de la historia del desarrollo de las pruebas psicológicas ha sido tema de innumerables polémicas por parte de los estudiosos de la psicología. Como una primera observación que debe tenerse en cuenta al revisar los diversos conceptos que se han expuesto sobre la definición de instrumento de medición psicológica, consideramos que ésta depende, en la mayoría de los casos, del criterio que el autor o autores adopten para establecer dicho concepto. Otra observación consiste en que, dado que ciertos aspectos de la conducta humana han sido más accesibles a la observación de los investigadores (como la percepción, las sensaciones, los aspectos motores, y ese concepto que implica una infinidad de funciones u operaciones de la conducta humana que ha sido denominado inteligencia y que en capítulos subsecuentes intentaremos analizar con mayor extensión), el concepto de prueba psicológica varía aunque, analizando cada uno de esos aspectos, podemos encontrar que hay factores comunes que permiten sintetizar y establecer

resultados válidos y confiables. Frecuentemente se seleccionan instrumentos impropios para solucionar un problema dado, sea individual o de grupo; entonces una de las principales consideraciones de quien utiliza los instrumentos psicológicos es que debe llevar en mente la elección de aquel o aquellos que reúnan los requisitos para el propósito que se persigue; es decir, si la función de una prueba psicológica es proporcionar la mayor y mejor información acerca de un problema, el primer paso a seguir será la especificación cuidadosa de las interrogantes que deberán ser contestadas y el tipo de personas que habrán de se examinadas. Es necesario, también, considerar varias alternativas, para que en un momento dado, si la situación lo exige, puedan ser utilizadas y se pueden establecer así comparaciones pertinentes que permitan ratificar o rectificar los datos obtenidos, a fin de poder estar seguros de que las decisiones dadas son válidas. Otra consideración importante consiste en determinar si la capacidad o potencialidad de la prueba es la adecuada para medir con el rigor necesario aquella característica o características que estamos investigando. La longitud de una prueba, en donde desempeña un papel relevante el factor tiempo, constituye otro de los criterios que deben tenerse en cuenta, ya que esto influye tanto en aspectos de esfuerzo como en aspectos económicos, puesto que el administrador de pruebas invertirá horas, estudio, trabajo, etcétera. Todo esto se vería alterado aún más si el examinado, a causa del cansancio, entre otras posibilidades modificara los resultados del examen. La facilidad de administración y calificación de un instrumento, la disponibilidad de formas paralelas, la forma de adaptación del instrumento, etcétera, son aspectos que también deberán considerarse para su elección. Es obvio afirmar que para poder hacer una buena elección de la instrumentación, útil en un momento dado, debe poseer conocimientos técnicos quien maneje las pruebas, a fin de establecer si existen los requisitos mínimos para considerar que se ha seleccionado el mejor o los mejores instrumentos. Estos conocimientos se refieren, cuando menos en forma elemental, al grado de confiabilidad y validez, a la objetividad y sensibilidad del instrumento, así como al hecho fundamental de si ha sido estandarizado, o cuando menos adaptado, y en qué grupo o grupos de sujetos se han hecho tales estudios. No entraremos aquí en la definición y/o explicación de los conceptos precedentes, puesto que en un curso anterior fue visto con amplitud; sin embargo, sí haremos hincapié en una serie de aspectos de vital importancia y que se refieren a aquellos posibles errores de medición que se derivan de la falta de conocimientos e información técnica, y sobre todo metodológica, en el campo de la medición psicológica. Uno de los principales errores en la evaluación de las pruebas es aquel que se origina en problemas de estandarización. Como se sabe, las medidas psicológicas carecen de un cero absoluto, lo cual garantiza relativamente la igualdad de las unidades a través del rango de la escala. Así, las calificaciones de un individuo no tienen significado sino en función de la ejecución de un grupo de individuos contra el cual se comparaba el individuo mismo (aunque posteriormente veremos que existe una excepción: aquella que se refiere a la medición intraindividual). La calificación de una persona en una prueba sólo tiene significado si se compara con la de otras personas del grupo; es el error de interpretación el cual puede deberse a dos situaciones: a) al grupo contra el que ha sido comparado el sujeto en cuestión, y b) a la forma en que se ha expresado la comparación entre el sujeto y el grupo. Por ejemplo, si intentamos comparar las calificaciones de un estudiante de primer

año de preparatoria obtenidas en una prueba psicológica o de rendimiento escolar, con las obtenidas en la misma prueba por alumnos de tercer año, la predicción y la acción que se establezcan serán absolutamente equivocadas, puesto que habrá diferencias significativas en ambas situaciones. Por esta razón, los procesos de adaptación y estandarización que culminan con el establecimiento de tablas de normas o grados de calificación para grupos específicos, deben tenerse en cuenta en la elección y evaluación de la instrumentación en el trabajo psicológico. Existen dos medios para establecer comparaciones individuo-grupo: a) comparar al sujeto con su grupo correspondiente, o b) compararlo con un grupo al cual aspira a formar parte. En el primer caso, el medio es tan sencillo que no podemos clasificar a un individuo, sino sólo cuando tenemos un estándar de su propio grupo. En el segundo caso, si lo que buscamos es predecir el grado de éxito de un estudiante de medicina (por ejemplo, cuando sea médico), habrá que compararlo con los individuos que forman el grupo de estudiantes brillantes, en vez de hacerlo con el grupo de sus compañeros de segundo año; además, existe otro tipo de errores que pueden incluirse en estandarización, la cual trataremos posteriormente: las relaciones entre las calificaciones de un grupo normativo y las del individuo cuando se trata de la conversión de calificaciones crudas o derivadas, como edad mental, cocientes intelectuales, rangos percentiles, calificaciones estándar, etc. Otro tipo de errores que alteran considerablemente los resultados que se buscan, es el de los errores variables, o sea aquellos que provienen de “accidentes” que suceden en el momento de la aplicación de las pruebas; por ejemplo, durante la aplicación de una prueba de velocidad supóngase que se rompe la punta del lápiz; que surgen ruidos que impiden la atención del sujeto; que el examinados da instrucciones incorrectas, etcétera; esto trae como consecuencia que los examinados obtengan calificaciones ligeramente diferentes de quienes realizan la prueba en condiciones apropiadas y, por tanto, distintas. Estos errores se denominan errores variables, debido a que se producen por la variación de ejecución de una persona a otra, o porque las calificaciones de una persona son diferentes cada vez que es medida. La relativa libertad para cometer errores en psicometría es conocida como grado de confiabilidad de una prueba. Otro tipo de errores son los llamados errores personales, los cuales se refieren a las diferentes formas de comprender, manejar e interpretar las respuestas obtenidas a través de una prueba psicológica, a partir de la posición teórica o metodológica en que se encuentre colocado el psicólogo que aplica las pruebas. En diversos estudios se ha demostrado que una persona puede rectificar sus respuestas si revisa o lee varias veces una prueba; asimismo, diferentes personas que leen una misma prueba, obtienen distintas conclusiones. Estos errores constituyen un tipo de error variable, debido a que quien califica las respuestas es susceptible de variar su criterio de tiempo en tiempo y de trabajo en trabajo; sin embargo, dichas respuestas son de suficiente magnitud para dedicarles especial atención al medir las características de la conducta. Tales características deben ser observadas, medidas e interpretadas a partir de un máximo grado de objetividad. Esta se halla íntimamente relacionada con la estructura del instrumento, su validez y su confiabilidad y, especialmente, con los criterios de calificación, los cuales deben ser establecidos con tal claridad y exactitud que al manejarlos dos o más personas, o al repetir una misma persona las calificaciones en varias ocasiones, no se altere el resultado, es decir, se tenga un alto coeficiente de confiabilidad por parte de los calificadores. Uno de los errores más comunes y ampliamente desarrollado por los psicólogos es el error constante. Este tipo de error es debido a que las medidas de los atributos del individuo son indirectas, es decir, se mide la expresión del fenómeno y no el fenómeno en sí. No podemos abrir el

mientras no sea comparada con las calificaciones obtenidas por el mismo grupo de estandarización. Estas calificaciones crudas deben ser transformadas en calificaciones derivadas. Para comparar la calificación de un individuo con las obtenidas por los individuos de un grupo estandarizado, es necesario primero sintetizar la ejecución del grupo. Generalmente esto se efectúa elaborando una distribución de frecuencias de las calificaciones crudas mediante los procedimientos estudiados en la estadística descriptiva elemental. En ocasiones, la distribución, encontrada generalmente en la medida de las características humanas, se halla cerca de lo expresado por la curva normal de distribución de frecuencias, o sea la curva de Gauss. Existen tres excepciones a esta regla: a) que la prueba sea fácil o difícil de ejecutar para el grupo en cuestión; b) que parte del grupo tenga entrenamiento previo o haya sido seleccionado en relación al rasgo en cuestión, a diferencia del resto, y c) que el rasgo considerado desempeñe un importante papel en la estructura social, lo cual puede ser determinante para los resultados. En el primer caso podemos encontrar una distribución oblicua; si la prueba es fácil, las calificaciones se acumularán en la parte alta de la escala, y si es difícil, se encontrarán en la parte baja. Suponiendo que las habilidades primordiales o los rasgos estén normalmente distribuidos, se puede normalizar la distribución cuando se obtienen calificaciones derivadas para una interpretación más comprensible y fácil de los resultados. Sin embargo, es necesario revisar los resultados que se obtienen mediante el análisis de reactivos, a fin de establecer el adecuado nivel de dificultad que debe contener la prueba. En la segunda hipótesis, el resultado puede ser una distribución bimodal, en cuyo caso es necesario considerar el por qué de esta situación, no olvidando la combinación de sujetos en la estandarización. En este caso lo mejor es separar cada uno de los grupos y trazar su curva de distribución por separado, así como establecer sus normas también independientemente. En la tercera situación, la cuerva que se obtendrá puede ser altamente oblicua o en forma de J, debido a que las observaciones del fenómeno que se está midiendo serán variables, dado que se trata de situaciones de presión social; por ejemplo, la señal de luz roja en la circulación de tránsito (alto) indica que las personas deben detenerse totalmente; la mayoría ejecutará esta conducta; de esta manera, las calificaciones se acumularán en el punto cero de la escala; algunas personas disminuirán la velocidad, pero se pasarán el alto; otras, no sólo no disminuirán la velocidad, sino que seguirán adelante e incluso acelerarán para pasar más rápidamente. Al vaciar estos datos en una distribución de frecuencias, aparecerá una curva, como lo indicamos anteriormente. Algo similar sucede en la medida de actitudes o rasgos de conducta, como la honradez, la sinceridad, etcétera. CLASIFICACIÓN DE LAS PRUEBAS PSICOLÓGICAS Es importante hacer una distinción de los términos que se emplean en el lenguaje común. Así, por ejemplo, cuando hablamos de instrumentos psicológicos, nos referimos a todo tipo de implemento que, dentro de las diferentes áreas y formas de investigación psicológica, utilizamos, los cuales se rigen por los fundamentos metodológicos de la medición científica y tienen características tanto formales como de contenido, que nos permiten emplearlos como instrumentos de medición. Desde luego, la diferencia entre prueba y test no es más que distintiva del “para qué” se está utilizando el instrumento en un área específica, que es la medición de ciertos aspectos del individuo y que, ante la imposibilidad de emplear otro término, a pesar de la riqueza de nuestra lengua, nos

permite una comunicación exacta de lo que estamos haciendo y con qué fin, mediante ese tipo de instrumento. De tal suerte, por lo que respecta al término test, aún cuando sea un anglicismo, los psicólogos latinoamericanos han aceptado su uso, a fin de lograr una mejor comprensión. Por otra parte, en un intento por establecer la distinción anteriormente explicada, se ha hecho común el uso del término medida para sustituirlo por test o hacerlo sinónimo de éste, cuado menos en español. Sin embargo, existe un desacuerdo en el sentido de que los términos prueba y medida son diferentes, ya que aquélla es una forma de medir aquel tipo de eventos psicológicos que en un momento dado son motivo de investigación y que, a menudo, se necesitan “probar” más de una vez, a fin de tener los datos que se requieren para hacer una afirmación. (La palabra test participa, en cierto modo, de este significado y es también una medida). Por otro lado, los tests psicológicos pueden clasificarse desde diversos puntos de vista que les son característicos. Así tenemos que, desde el punto de vista de su objetivo, los tests pueden ser: de potencia o de ejecución máxima, o de rasgos o peculiaridades (ejecución típica o cualitativa) llamados más comúnmente pruebas proyectivas. Pruebas de potencia o de ejecución máxima Este tipo de tests exigen del examinado su máximo rendimiento en la tarea o tareas que se le piden que ejecute, tanto en lo que se refiere a lo que “puede” hacer, como a lo que “rinde” en el momento del examen. Bajo este rubro se incluye a las pruebas de inteligencia, de habilidades o aptitudes múltiples y específicas, de rendimiento (intelectual o de cualquier otro tipo que se esté investigando). Al momento de administrar estos tests, los psicólogos deben presuponer que los sujetos están altamente motivados para ejecutar la tarea que se les ha asignado, a fin de dar su máximo rendimiento. Existen, cuando menos, tres factores determinantes en la calificación de cualquier prueba de potencia: a) habilidad innata, es decir, la capacidad potencial para ejecutar cualquier tarea que se les presente a los sujetos; b) habilidad adquirida, es decir, el ejercicio y entrenamiento mediante el aprendizaje, que a través de su interacción con el ambiente va obteniendo el individuo, y c) motivación, o sea, el grado de disponibilidad en el que se encuentra el sujeto para ejecutar la tarea. Resulta difícil determinar qué porcentaje de la calificación de una persona se debe a cada uno de estos factores; más bien, debe pensarse que los tres influyen en la calificación que se obtiene; es decir, que la calificación de una persona puede deberse, en parte, a potencialidades innatas y a la forma en que éstas han sido modificadas por sus experiencias vitales (ambiente, aprendizaje, entrenamiento, etcétera), además de la motivación que la persona tenga al ser sometida al examen. Como indicamos anteriormente, entre las pruebas de potencia o de ejecución máxima, se encuentran primero las llamadas “pruebas de inteligencia”. El concepto de inteligencia es demasiado amplio y abstracto, lo que ocasiona poca precisión y un desacuerdo general en cuanto a su significado. Así como cada quien puede tener su propia definición, cada autor de una prueba de inteligencia tiene su propia definición. No obstante, si observamos el criterio que siguen para llevar a cabo la medición y qué operaciones exigen en la tarea cada uno de ellos, podremos notar que existe

Pruebas de ejecución de rasgos (ejecución típica) Como su nombre entre paréntesis lo indica, sería más conveniente llamarlas pruebas de clasificación tipológica o cualitativa, aún cuando se sabe que históricamente han sido denominadas pruebas proyectivas. Sin embargo, designarlas como cualitativas o de rasgos es más adecuado, ya que este tipo de pruebas representan una construcción de utilidad, aunque con frecuencia tienen problemas que, en algunos casos, parece que se han solucionado al aplicarles drásticamente el método científico en las formas que se han encontrado más adecuadas para hacerlo. Entre este tipo de pruebas tenemos los siguientes tests: de ajuste, temperamento, intereses, valores, actitudes, preferencias, escalas de personalidad, inventarios de personalidad, índices, técnicas proyectivas, pruebas situacionales, etcétera. La calificación que se lleva a cabo en pruebas de este tipo es definitivamente vaga y poco confiable – tal como se ha venido manejando hasta la fecha- por su carácter subjetivo en la mayoría de los casos. Así, lo que para un autor significa “lo social” es diferente para otro. Entonces, la teoría subyacente y la explicación de una prueba de clasificación cualitativa es más compleja y menos obvia que en las pruebas de potencia. De este modo, mientras que las habilidades de una persona son más o menos estables, ciertos aspectos – sino es que todos – de carácter emocional, motivacional, etcétera, pueden cambiar en cortos periodos. Con estos instrumentos se intenta saber cómo reacciona, siente, opina o se comporta un sujeto frente a ciertos estímulos, a fin de poder entender si la conducta observada está determinada por los “supuestos elementos” que se hipotetizan en los tests y que son los productores de determinado comportamiento. Es necesario aclarar aquí que las pruebas de actitudes, las cuales hasta hace algún tiempo habían sido incluidas en este tipo de tests, han salido de la problemática que plantean aquéllas, gracias a que ha sido posible manejarlas de otra manera, aplicando sobre todo las técnicas de construcción de escalas. Como las actitudes son producto del proceso de socialización que es inherente al desarrollo del individuo, la influencia en su conducta es fundamental tanto para la forma de responder a su ambiente social particular, como hacia otros grupos y hacia sí mismo. No nos extenderemos aquí para referirnos a un tema que, por sí solo, es materia de un texto especial y muy amplio. Simplemente debe hacerse mención de que, desde el punto de vista de la clasificación de los tests, es menester colocarlas en su lugar apropiado. Así, este tipo de escalas depende de sus propias características, como cualquier otro tipo de prueba; por ejemplo: debe ser confiable y válida, además de considerar, en lo posible, la igualdad de unidades, la unidimensionalidad y el punto cero. Resumiendo, bajo este rubro se incluyen todos los tests que se han elaborado para medir los tradicionalmente llamados rasgos de personalidad, exceptuando las escalas de actitudes. Este grupo de tests, aunque en la actualidad se ha podido adelantar considerablemente en su construcción y se puede hablar ya de la métrica de la personalidad – es decir, de tests más objetivos - , es materia de otro curso y de otros textos especiales.

La diferencia entre los tests de ejecución máxima y los de rasgos de personalidad radica en la objetividad de los datos, ya que ese tipo de pruebas está sujeto estrictamente a la metodología psicométrica. De tal suerte, podemos estar seguros de que, al pedir al sujeto su máxima ejecución en la tarea que se está explorando, obtenemos no sólo la más alta que él puede desarrollar, sino también la que expresará su capacidad real. Uno no puede saber más álgebra o ser más hábil para la ejecución de algunas tareas que se nos exigen, que lo que “realmente” podemos realizar de acuerdo con nuestra capacidad o con nuestro aprendizaje previo. En cambio, en las pruebas de ejecución típica o de rasgos de personalidad el sujeto puede falsear las respuestas en uno u otro sentido, ya que en éstas no se le pide su máximo esfuerzo, sino que sea lo más espontáneo y honesto posible, según el criterio del examinador. Por otra parte, en este tipo de pruebas los criterios de “objetividad” son ambiguos, lo cual ocasiona que se pase por alto una de las principales reglas de la metodología de construcción de pruebas, que radica en la posibilidad de ser calificada por cualquier psicólogo que conozca los criterios de calificación. Asimismo, estas pruebas presentan dos alternativas: o son calificadas por quien las administra y aplica su propio criterio o, cuando tienen que ser calificadas por diversos calificadores, cada uno de ellos da un juicio y un resultado diferente, lo cual anula la confiabilidad y validez de esos instrumentos de medición psicológica. Por la forma o tipo de respuesta que exigen, las pruebas se clasifican en: a) pruebas objetivas, y b) pruebas subjetivas. Como ejemplo de las primeras tenemos a las pruebas de inteligencia; en el segundo caso están las pruebas de personalidad, especialmente los tests proyectivos como el TAT (pruebas de apercepción temática), el Rorschach, que es una prueba típicamente de “estructura de personalidad”, etcétera. Por la forma de administración de los tests, éstos se clasifican en: a) tests de aplicación individual; b) tests de aplicación colectiva, y c) tests autoadministrados. Los tests de aplicación individual, como su nombre lo indica, son administrados por el examinador al sujeto en condiciones “privadas”, o sea, en un lugar o cubículo especial, en donde sólo se encuentran ambos (examinador y examinado) en condiciones óptimas para ejecutar las tareas que, dependiendo de los objetivos del psicólogo, tendrá que realizar el sujeto. Por otro parte, los tests de aplicación colectiva deben ser cuidadosamente manejados. Lo colectivo no significa que estos tests pueden ser administrados a una multitud. Al respecto, hay reglas, como en todo, para la cantidad de sujetos que pueden ser probados en un examen de este tipo. Así por ejemplo, si se examinan grupos muy numerosos disminuye la confiabilidad del test y, consecuentemente, la validez, pues no es fácil controlar a tantos sujetos para evitar que de alguna forma existan variables interferentes que distorsionen los resultados. Lo aconsejable, en este caso, es que los grupos no excedan de quince sujetos y que el número de “vigilantes” sea proporcional al de examinados, de tal manera que se eviten las interferencias hasta donde sea posible; es decir, debe haber tantos vigilantes como número de sujetos pueda atender cada uno. Si en algún caso resulta absolutamente necesario examinar grupos mayores, entonces habrá que aumentar el número de vigilantes en la forma antes explicada.