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clostridium perfringens resumen
Tipo: Apuntes
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Fisiología y estructura C. perfringens es un bacilo grampositivo rectangular de gran tamaño (0,6 a 2,4 x 1,3 a 19 um) (fig. 36-1), que rara vez forma esporas, ya sea en condiciones in vivo o tras su cultivo in vitro, importante característica que diferencia a esta especie de otros clostridios. Las colonias de C. perfringens son también características por su rápido crecimiento que se extiende en los medios de laboratorio y la producción de ß-hemólisis en los medios que contienen sangre (fig. 36-2). La síntesis de una o más de las «principales toxinas letales» por C. perfringens (toxinas alfa, beta, épsilon e iota) se utiliza para subdividir a las cepas en cinco tipos (de A a E). Patogenia e inmunidad C. perfringens se puede asociar a una colonización asintomática o puede producir un amplio espectro de enfermedades, desde una gastroenteritis de resolución espontánea hasta una destrucción devastadora de los tejidos (p. ej., mione-crosis por clostridio) que se asocia con una mortalidad muy elevada, aunque los pacientes reciban tratamiento precoz. Este potencial patógeno se atribuye fundamentalmente a, al menos, una docena de toxinas y enzimas sintetizadas por este microorganismo. La toxina alfa, la toxina más importante y la que producen los cinco tipos de C. perfringens, es una lecitinasa (fosfolipasa C) capaz de lisar eritrocitos, plaquetas, leucocitos y células endoteliales. Esta toxina provoca una hemólisis masiva junto a un incremento de la permeabilidad vascular y de la hemorragia (la cual se ve potenciada por la destrucción de las plaquetas), destrucción tisular (como la que se ve en la mionecrosis), toxicidad hepática y disfunción miocárdica (bradicardia, hipotensión). Las mayores cantidades de toxina alfa se producen por C. perfringens tipo A. La toxina beta es la responsable de la estasia intes-tinal, la destrucción de la mucosa con formación de lesiones necróticas y la evolución a una enteritis necrótica (enteritis necroticans, pig-bel). La toxina épsilon, una protoxina, se activa por la tripsina y aumenta la permeabilidad vascular de la pared del tubo digestivo. La toxina iota, la cuarta toxina letal que produce C. perfringens de tipo E, tiene una actividad necrosante y aumenta la permeabilidad vascular. La enterotoxina de C. perfringens es sintetizada principalmente por las cepas A. La toxina es termolábil y sensible a la pronasa. La exposición a tripsina triplica la actividad tóxica. La enterotoxina se produce durante la fase de transición desde las células vegetativas hasta las esporas, y se libera junto a las nuevas esporas cuando las células están sometidas a las fases finales de la formaçión de éstas (esporulación). Las condiciones alcalinas del intestino delgado estimulan la esporulación. La enterotoxina liberada se une a los receptores de la membrana del borde en cepillo del epitelio del intestino delgado en el 1eon (fundamentalmente) y en el yeyuno, pero no en el duodeno. La inserción de la toxina en la membrana celular modifica su estructura y conlleva una alteración de la permeabilidad de membrana y la pérdida de líquidos e iones. Por otra parte, la enterotoxina también actúa como un superantigeno que estimula la actividad de
los linfocitos T. Los anticuerpos frente a la enterotoxina, que indican una exposición previa, se encuentran con frecuencia en adultos, pero no confieren protección alguna. Epidemiología C. perfringens tipo A habita con frecuencia en el aparato digestivo del ser humano y de los animales, y tiene una amplia distribución en la naturaleza, fundamentalmente en el suelo y en el agua contaminados por heces (v. cuadro 36-1). Las esporas se forman en condiciones ambientales adversas y pueden sobrevivir durante períodos de tiempo prolonga-dos. Las cepas de los tipos B a E no sobreviven en el suelo, pero pueden colonizar el aparato digestivo de los animales y algunas veces del ser humano. C. perfringens tipo A origina la mayoría de las infecciones en el ser humano, incluidas las infecciones de tejidos blandos, las intoxicaciones alimentarias y la septicemia primaria. Clostridium perfringens tipo C es el agente etiológico de una de las infecciones más importantes en el ser humano, la enteritis necrótica. Enfermedades clínicas Infecciones de tejidos blandos Las especies de clostridios pueden colonizar las heridas y la piel sin consecuencias clínicas. De hecho, la mayoría de las cepas de C. perfringens y de otras especies de clostridios aisladas en cultivos de las heridas no tienen significación clínica. Sin embargo, estos microorganismos también pueden causar una variedad de infecciones en tejidos blandos, que incluyen celulitis, fascitis o miositis supurativa y mionecrosis o gangrena gaseosa con formación de gas en el tejido blando. La mionecrosis por clostridios es una enfermedad que pone en peligro la vida e ilustra el gran potencial de virulencia de los clostridios histotóxicos. El inicio de la enfermedad, caracterizado por un intenso dolor, se suele desarrollar a lo largo de la semana siguiente a la introducción de los clos-tridios en un tejido como consecuencia de un traumatismo o una intervención quirúrgica. Este inicio se ve pronto seguido por una extensa necrosis muscular, shock, insuficiencia renal y muerte, generalmente durante los 2 días siguientes al comienzo del cuadro. El examen macroscópico del músculo muestra tejidos necróticos desvitalizados. El gas que se ve en los tejidos está producido por la actividad metabólica de las bacterias que se dividen rápidamente (de ahí el nombre de gangrena gaseosa). La tinción de Gram del tejido o exudado tomado de la herida de un paciente con mionecrosis por C. perfringens pone de manifiesto la presencia de un gran número de bacilos grampositivos rectangulares en ausencia de células inflamatorias (debido a la lisis causada por las toxinas sintetizadas por los clostridios) y los microorganismos crece- -rán rápidamente en el cultivo. Las toxinas de los clostridios originan habitualmente hemólisis y hemorragia importantes. En la mayor parte de los casos, la mionecrosis por clostridios se debe a la infección por C. perfringens, aunque otras especies pueden relacionarse también con esta enfermedad (p. ej., C. septicum, C. histolyticum y C. novyi).
Cuando se aísla C. perfringens a partir de la sangre de un sujeto con una infección significativa (como mionecrosis, enteritis necrótica), el microorganismo suele asociarse a una hemólisis masiva. Diagnóstico de laboratorio El laboratorio se limita a desempeñar un papel de confirmación en el diagnóstico de las infecciones de tejidos blandos por clos-tridios debido a que el tratamiento se debe instaurar inmedia-tamente. La detección al microscopio de bacilos grampositivos en las muestras clínicas, generalmente en ausencia de leucoci-tos, puede ser un hallazgo muy útil como consecuencia de la morfología característica de estos microorganismos. El cultivo de estas bacterias anaerobias también resulta relativamente sencillo. En condiciones adecuadas, C. perfringens se puede dividir cada 8-10 minutos, por lo que su crecimiento en los medios de agar y en los caldos de hemocultivo se puede detectar después de una incubación de sólo unas horas. La implicación de C. perfringens en una intoxicación alimentaria se demuestra mediante el aislamiento de más de 10% microorganismos por gramo de alimento, o más de 10ª bacterias por gramo de heces recogidas el primer día siguiente al inicio de la enfermedad. Se han desarrollado inmunoanálisis para la detección de la enterotoxina en las muestras fecales; sin embargo, la intoxicación alimentaria por clostridios es un diagnóstico clínico y habitualmente no se emplean cultivos ni inmunoanálisis en los laboratorios clínicos para el diagnóstico de esta infección. Tratamiento, prevención y control Las infecciones de tejidos blandos asociadas a C. perfringens, como la miositis supurativa y la mionecrosis, se deben tratar de manera agresiva mediante intervenciones de desbrida- miento quirúrgico y altas dosis de penicilina. El tratamiento con oxígeno hiperbárico se ha usado en el tratamiento de estas infecciones, aunque sus resultados no son concluyentes. El tratamiento con antisuero frente a la toxina alfa no ha tenido éxito y no se lleva a cabo en la actualidad. A pesar de todos los esfuerzos terapéuticos, el pronóstico de los pacientes con estas enfermedades es desfavorable y su mortalidad comprende entre un 40% y un 100%. Las infecciones de tejidos blandos menos graves y localizadas se pueden tratar con éxito mediante el desbridamiento y la administración de penicilina. No es necesario el tratamiento antibiótico en las intoxicaciones alimentarias por clostridios, ya que se trata de un proceso de resolución espontánea (p. ej., la diarrea elimina las bacterias del tubo digestivo y la microflora intestinal normal vuelve a establecerse por sí sola). La exposición a C. perfringens es difícil de evitar como consecuencia de la distribución ubicua de estos microorganis-mos. La enfermedad requiere la introducción de los clos- tridios en tejidos desvitalizados y el mantenimiento de un ambiente anaerobio favorable para el crecimiento bacteriano. Por tanto, el cuidado adecuado de las heridas y el uso racional de la profilaxis antibiótica pueden ser muy importantes en la prevención de la mayor parte de las infecciones.