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las claves del amor dónde se dividen
Tipo: Apuntes
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Cristian Conen Amor personalista (no utilitarista) “La primera clave de una “relación sólida” es la entrega de sí al bien objetivo de la persona que se ama. La dignidad del varón y de la mujer en tanto personas, reclama que el trato justo entre ellos no sea la utilización para el propio placer o bienestar, sino el don de sí recíproco. Tanto el varón como la mujer son alguien, no algo. Alguien con dignidad, intimidad, corporeidad, espiritualidad, capaz de conocer y tender a la verdad y al bien; alguien con autodeterminación (dueño de sí mismo/libre) y alguien cuya madurez o plenitud se consolida en el don sincero de sí mismo. El amor personalista recíproco es la reacción y la respuesta al valor integral del otro. En otras palabras, la afirmación y la promoción de lo propio de la persona amada en orden a su desarrollo y maduración integrales, sobre la base de la aceptación de su corporeidad e intimidad personales.” Amor complementario (no igualitario) “La segunda clave de una “relación sólida” es atender, entender, conocer, aceptar y respetar las diferencias del varón y de la mujer, diversidad de temperamentos y personalidades, diversidad de gustos, de vocación profesional, etc. Saber complementar las diferencias resulta clave para una “relación sólida”. No aceptar, con sus fortalezas y debilidades, a la persona humana de quien nos enamoramos y no respetar sus diferencias complementarias conduce a una relación líquida. Amor entero o íntegro (no reducido) La tercera clave es que el varón y la mujer se amen con todo lo que son. La naturaleza de la persona humana femenina y masculina integra la sensualidad, la afectividad y la racionalidad. La sensualidad reacciona ante los valores del cuerpo del otro(a). La afectividad reacciona y responde a los valores del particular modo de ser femenino o masculino de la persona amada. La racionalidad ordena la sensualidad ordena la sensualidad y la afectividad en función del bien objetivo de la persona amada. En el fenómeno del amor sexuado hay algo que nos “pasa” (la sensualidad y la afectividad) pero también hay algo que hacemos que “pase” con inteligencia y voluntad: estos son los actos de entrega o don de si (esfuerzo por el otro, renuncias, cesiones, servicios, regalos materiales y espirituales). Vivir relaciones
reducidas no sólo a la sola sensualidad o afectividad sino también a la sola racionalidad (sin ternura y sin “química”) conduce a relaciones líquidas, frágiles y precarias. Ambos aspectos del amor son necesarios y el amor pasivo se cuida y alimenta con el amor activo voluntario del don de sí. Amor integrado (no fragmentado) La cuarta clave es amar el hombre y la mujer con todo lo que son, pero adecuadamente integrado: la racionalidad gobernando a la sensualidad y a la afectividad. Gobernar no es mutilar ni suprimir la sensualidad y la afectividad sino guiarlas, conducirlas, encauzarlas según el bien propio de la persona. Con la inteligencia puede advertirse todo el bien objetivo de la persona que se ama y no sólo lo que se presenta como bueno a los propios sentidos. Precisamente porque ve más, la racionalidad debe gobernar a la sensualidad y la afectividad. La integración de la sensualidad y la afectividad en la racionalidad se logra incorporando a la personalidad valores en forma de hábitos (virtudes). El justo, el prudente, el fuerte, el templado, el honesto, el sincero, el generoso, el leal, el fiel...tiene las posibilidades de ser feliz y hacer feliz a quien ama, ya que el dominio de sí facilita y hace posible el don de sí, es decir, el amor. Amor maduro (no estancado) La quinta clave de una “relación sólida”, es evitar estancarse en la dinámica espontánea y fácil de enamoramiento en su fase inicial que parece no requerir esfuerzos, y avanzar a la plenitud posible del amor a través de la consolidación de una comunidad de amor. En otras palabras, un amor maduro pasa por construir (luego de un noviazgo donde se haya evaluado la posibilidad de vivir un proyecto de toda la vida con la persona de quien uno se ha enamorado) una comunidad de amor. Esta comunidad de amor representa la mayor madurez posible en el amor entre la mujer y el varón. Para ser y consolidar esa comunidad de vida y de amor, previamente hay que llevar a la existencia una comunión a través del compromiso de una entrega recíproca. Eso es precisamente casarse. Amar maduramente es ser comunidad de amor, es decir, ser dos personas recíprocamente entregadas para ayudarse a desarrollar su felicidad, paz y bien objetivos. El amor verdadero hace el bien de las personas y a su felicidad más profunda y plena.