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La Transición de la Esclavitud en la Alta Edad Media: Una Perspectiva de Marc Bloch, Apuntes de Literatura Medieval

Marc bloch analiza la transición de la esclavitud en la alta edad media, contrastando la explotación romana con la europea. Descubre cómo la pax romana influyó en el número de esclavos y su costo, y cómo la regresión económica de la alta edad media llevó a la instalación de antiguos esclavos en mansos. Además, se abordan las diferencias entre la esclavitud medieval y la servidumbre feudal, y la importancia de la iglesia en este proceso.

Tipo: Apuntes

2019/2020

Subido el 25/10/2020

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Boletín de Historia Social Europea.
Número 1, 1989.
Presentamos en las próximas páginas, la traducción del artículo de Pierre Bonnassie:
Survie et extintion du régime esclaviste da ns I' Occid ent du haut moyen age (IV-
XI), aparecido en Cahiers de civilisation médiévale, oct - dec. 1985. Agradecemos en
primer lugar la autorización que Bonnassie nos ha dado para publicar, así como también
agradecemos el trabajo de traducción realizado por la profesora María Ines Carzolio de
Rossi.
Pierre Bonnassie es un autor bien conocido por los medievalistas. Ha sido autor de obras de gran importancia en
su especialidad: L a organiza ción del traba jo en Barcelona a fine s d el siglo XV , Barcelona 1975;
Une fam ille de l a campagne ba rceionaise et ses ac
-
tivités économiques aux alentours de l'an mi l ,
Annales du Midi LXXVI, 1965; Le s con ven tions f eod ale s dan s la Ca talo gne du Xle siecle ,
Annales du Midi LXXX, 1968; L a Ca talo gne du mil lieu du Xe a la fin du XIe siecl e. Croissa nce
et mu tati ons d'un soc 2 vols. Toulouse 1975 - 1976.
En relación con el trabajo que se leerá a continuación, sería conveniente reparar en dos aspectos que
hablan del alcance de este estudio. En primer lugar, y con independencia de las opiniones que se
tengan sobre el problema tratado, es innegable que Bonnassie obliga a una revisión critica de opiniones
tradicionales sobre el pasaje del esclavismo al feudalismo. Se podrá discrepar o acordar con la tesis de
Bonnasie; pero desps de su lectura, no se puede ser indiferente al planteo. En segundo lugar, es
de destacar el singular tratamiento del tema, al vincular el estudio de los documentos y la teoría.
En circunstancias en que buena parte de nuestros historiadores oponen investigaciones puntuales
a reflexión teórica, en que abandonan el estudio de problemáticas significativas y en que los grandes
interrogantes de la historia son suplantados por cuestiones marginales, este trabajo de Pierre Bonnassie
adquiere una importancia mayor. Sería deseable entonces, que se vea en este artículo un verdadero
modelo de trabajo, organizado en base a un riguroso estudio de documentos y una estimulante reflexión
sobre un problema cave de la interpretación del pasado.
C. A.
SUPERVIVENCIA Y EXTINCION DEL REGIMEN ESCLAVISTA EN EL OCCIDENTE
MEDIEVAL DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA (Siglos IV-XI)1
A la me m or i a d e Ma rc B l o ch 2
El 16 de junio de 1944 murió Marc Bloch, en alguna parte en la noche de la campiña lionesa,
fusila do por los nazis. Entre l os numerosos textos inéditos que dejó se encontraba
un estudio titulado Cómo y porqué terminó la esclavitud antigua. Este artículo,
publicado ulteriormente por su revista -los
Anna l e s . Econo m i e s . Soci e t é s .
Civilisations
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-
fue la conclusión de largas investigaciones sobre uno de los
problemas que, durante su vida, le habían preocupado s: Para él, en efecto, la
desaparición de la esclavitud constituía "una de las transformaciones más
profundas que haya conocido al humanidad"(2) El artículo de Marc Bloch no se
contentaba con presentar numerosas observaciones y formular propuestas nuevas
sobre el tema, abría también múltiples cauces de investigación. En el curso de los
cuarenta años que han seguido a su muerte, ¿han sido verdaderamente explorados y
estamos hoy en estado de responder a dos preguntas (¿por qué? ¿cómo?) que él
formulaba? Somos capaces de determinar asimismo cuándo - esta tercera pregunta
dimana de las otras dos, pero también las condiciona- terminó la esclavitud
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¡Descarga La Transición de la Esclavitud en la Alta Edad Media: Una Perspectiva de Marc Bloch y más Apuntes en PDF de Literatura Medieval solo en Docsity!

Número 1, 1989.

Presentamos en las próximas páginas, la traducción del artículo de Pierre Bonnassie: Survie et extintion du régime esclaviste dans I'Occident du haut moyen age (IV- XI), aparecido en Cahiers de civilisation médiévale, oct - dec. 1985. Agradecemos en primer lugar la autorización que Bonnassie nos ha dado para publicar, así como también agradecemos el trabajo de traducción realizado por la profesora María Ines Carzolio de Rossi. Pierre Bonnassie es un autor bien conocido por los medievalistas. Ha sido autor de obras de gran importancia en su especialidad: La organización del trabajo en Barcelona a fines del siglo XV , Barcelona 1975;

Une famille de la campagne barceionaise et ses ac

- tivités économiques aux alentours de l'an mil , Annales du Midi LXXVI, 1965; Les conventions feodales dans la Catalogne du Xle siecle , Annales du Midi LXXX, 1968; La Catalogne du millieu du Xe a la fin du XIe siecle. Croissance et mutations d'un société 2 vols. Toulouse 1975 - 1976.

En relación con el trabajo que se leerá a continuación, sería conveniente reparar en dos aspectos que hablan del alcance de este estudio. En primer lugar, y con independencia de las opiniones que se tengan sobre el problema tratado, es innegable que Bonnassie obliga a una revisión critica de opiniones tradicionales sobre el pasaje del esclavismo al feudalismo. Se podrá discrepar o acordar con la tesis de Bonnasie; pero después de su lectura, no se puede ser indiferente al planteo. En segundo lugar, es de destacar el singular tratamiento del tema, al vincular el estudio de los documentos y la teoría. En circunstancias en que buena parte de nuestros historiadores oponen investigaciones puntuales a reflexión teórica, en que abandonan el estudio de problemáticas significativas y en que los grandes interrogantes de la historia son suplantados por cuestiones marginales, este trabajo de Pierre Bonnassie adquiere una importancia mayor. Sería deseable entonces, que se vea en este artículo un verdadero modelo de trabajo, organizado en base a un riguroso estudio de documentos y una estimulante reflexión sobre un problema cave de la interpretación del pasado.

C. A.

SUPERVIVENCIA Y EXTINCION DEL REGIMEN ESCLAVISTA EN EL OCCIDENTE

MEDIEVAL DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA (Siglos IV-XI) 1

A l a m e m o r i a d e M a r c B l o c h (^2)

El 16 de junio de 1944 murió Marc Bloch, en alguna parte en la noche de la campiña lionesa, fusilado por los nazis. Entre los numerosos textos inéditos que dejó se encontraba un estudio titulado Cómo y porqué terminó la esclavitud antigua. Este artículo, publicado ulteriormente por su revista - los A n n a l e s. E c o n o m i e s. S o c ie t é s. C i v i l i s at i o n s ( 1 ) - fue la conclusión de largas investigaciones sobre uno de los problemas que, durante su vida, le habían preocupado más: Para él, en efecto, la desaparición de la esclavitud constituía "una de las transformaciones más profundas que haya conocido al humanidad"(2) El artículo de Marc Bloch no se contentaba con presentar numerosas observaciones y formular propuestas nuevas sobre el tema, abría también múltiples cauces de investigación. En el curso de los cuarenta años que han seguido a su muerte, ¿han sido verdaderamente explorados y estamos hoy en estado de responder a dos preguntas (¿por qué? ¿cómo?) que él formulaba? Somos capaces de determinar asimismo cuándo - esta tercera pregunta dimana de las otras dos, pero también las condiciona- terminó la esclavitud

Número 1, 1989.

antigua?

1 - H e t en i do, en u n p asado r ec i en t e, l a o c asi ó n de presentar unos primeros esbozos de este trabajo (que no está terminado...) ante diversos auditorios: a la Sociedad de Estudios del Feudalismo (cf. "C.R. de las sesiones de la Soc.", II, p. 18-42), en la Universidad Autónoma de Barcelona, en el C.E.S.C.M. d e Po i t i e r s y, c i e r t a m e n t e , a n t e m i s e s t u d i a n t e s d e l a Universidad de Tolouse-Le Mirail. Cada vez, observaciones y críticas - igualmente constructivas - me fueron hechas, las cuales he tenido muy en cuenta. Agradezco particularmente a mis colegas A. Mundó (de la universidad Autónoma de Barcelona) y P. Le Roux (de la Univ. de Tolouse-le Mirail) por sus preciosas sugestiones).

2 Est e ar tíc ulo r etom a, despu és de al guno s r etoqu es, el texto de tres lecciones dadas al C.E.S.C.M. de Poitiers, el 5, 6, y 7 de Julio de 1984, en conmemoración del cuadragésimo aniversario de la muerte de Marc Bloch.

las formas y de la cronología de la extinción de la esclavitud en las sociedades rurales de la Alta Edad Media.

Balance de cuarenta años de investigación

Pero en primer lugar, qué decía Marc Bloch? Constataba primeramente - era una idea muy nuevaen la época y está lejos de ser superada- que "en la época de las grandes invasiones y en los primeros tiempos de los reinos bárbaros, había todavía, en toda Europa, muchos esclavos, mucho más según todas las apariencias, que en los primeros tiempos del Imperio Romano (3). Lejos de poner fin a la esclavitud, la llegada de los germanos arrastró de acuerdo con Marc Bloch, un recrudecimiento de la trata, y esto por dos razones: por el hecho mismo de la masa de cautivos que las guerras del siglo V lanzaron sobre los mercados, pero también a causa del empobrecimiento que provocaron y que pujó a muchos miserables a venderse ellos mismos o a vender su progenie. "A comienzos de la Edad Media, la mercancía humana es entonces de vuelta abundante y de precio accesible"(4).

Plétora de esclavos por consiguiente, alrededor del año 500. Pero relativa rareza tres o cuatro siglos más tarde: en la época carolingia, "la esclavitud ya no tiene, en las sociedades europeas,un lugar comparable al que precedentemente había sido el suyo"(5). ¿Por qué pues esa declinación de la servidumbre entre los siglos V y IX? Marc Bloch enumera tres factores posibles de decadencia: religioso, militar y económico (6).

Sobre el rol de la Iglesia, se muestra muy circunspecto y subraya el carácter ambivalente de las posiciones doctrinales de ésta; por una parte, proclama la igualdad de todos ante Dios; por la otra afirma, con la mayor nitidez, la legitimidad de la esclavitud, y eso por la voz de sus doctores más prestigiosos (San Agustín, Gregorio el Grande, entre otros).

De hecho, en la práctica, la enseñanza de la Iglesia ha podido actuar en el sentido de la disminución de los efectivos serviles, pero de dos maneras solamente: por el aliento dado a las emancipaciones, promovidas al rango de obras piadosas, y sobre todo por la prohibición de reducir cristianos a la esclavitud. Esta prohibición, que traba el mecanismo de las capturas,(obligando a ir a arrebatar muy lejos en país pagano) el ganado humano, constituye "La acción más fuerte que el cristianismo haya jamas ejercido" (7).

¿La coyuntura militar es por su parte, responsable del agotamiento de la recluta? y ¿en qué medida? Sobre ese punto Marc Bloch se refiere, curiosamente, no a la Alta Edad Media, sino a la Antiguedad romana: es la pax romana de los dos primeros siglos la que puede explicar el descenso relativo del número de esclavos en el Alto lmperio y el encarecimiento de su costo: a la inversa, el reinicio de las guerras y desórdenes interiores en los siglos IV -V vuelve a proveer

Número 1, 1989.

esclavitud que ha conocido la Europa Medieval: la esclavitud rural. de la Alta Edad Media (modo de producción dominante legado por la Antiguedad) y la esclavitud de trata de la Baja Edad Media (esclavitud urbana, con vocación artesanal o doméstica: fenómeno marginal que casi no ha correspondido más que a los grandes puertos de la cuenca mediterránea). Por otra parte, en el capítulo compendio del fin de la esclavitud antigua, Ch. Verlinden se atiene a ideas muy vagas, muy regresivas en relación con las de Marc Bloch. Se tiene la impresión de que para él, el pasaje de la esclavitud a la servidumbre se efectuó insensiblemente, "poco a poco" de alguna manera. Pero como él no ha definido jamás ni la esclavi tud ni la servidumbre, su descripción de la transición aparece muy poco convincente (11).

Es, por lo tanto, más bien hacia las grandes síntesis de historia social que es necesario volverse si se quiere encontrar respuestas a los interrogantes de Marc Bloch. Respuestas, en verdad, muchas veces alusivas o embrolladas, a veces contradictorias.

Sobre las causas de la desaparición de la esclavitud tiende a haber unanimidad para rechazar cada vez mas netamente el factor religioso. Escuchemos a Georges Duby: "El cristiano no condenó la esclavitud, casi no le presta atención" (12). Robert Fossier encarece: "La lglesia no toma posición en la lenta desorganización del trabajo servil" (13). Y más recientemente , del mismo autor: "la eliminación progesiva de la esclavit ud no es tema de los pueblos c r i s t i a n o s. L a i g l e s i a p r e d i c a l a r e s i g n a c i ó n , p r o m e t e l a i g u a l d a d e n e l m á s a l l á , d e j a a d i v i n a r e l d e d o d e D i o s s o b r e l o s m i s e r a b l e s , y c o m o e l l a v i v e el siglo, mantiene cómodamente grandes rebaños de ganado humano a los ojos de los hombres" (14). La co yunt ura miltar (a saber el retroceso de las guerras d e razzia) es aún evocada para explicar el agotamiento de la captura de cautivos, pero aparece cada vez menos determinante. Para dar cuenta de la disminución de los e f e c t i v o s s e r v i l e s , s e i n s i s t e a m e n u d o s o b r e l a d e m a n d a c r e c i e n t e q u e proviene del mundo musulmán (que hace que los esclavos arrebatados en las fronteras del mundo carolingio no hagan más que atravesar el imperio para ser vendidos en tierras del Islam) (15). O aún s e da cuenta de la muy débil n a t a l i d a d q u e d e b í a r e i n a r e n e l m e d i o s e r v i l y q u e vo l v í a m u y a l e a t o r i a l a reproducción de los rebaños de esclavos que operan en los grandes dominios (16). De hecho, estos son explicaciones económicas que parecen mas plausibles a los ojos de los historiadores actuales y quedan formuladas -en la línea de lo que escribiera Marc Bloch- en términos de costos de producción. La idea de base es que la esclavitud en chusma (dicho de otra manera la explotación directa fundada sobre el mantenimiento de importantes familiae serviles) no es más rentable. El amo de un gran dominio carolingio no tiene ningún interés en conservar una mano de obra pletórica que no puede emplear a tiempo completo y que debe alimentar a pesar de todo, a lo largo de las estaciones muertas. Su tendencia natural es pues, la de instalar sus esclavos sobre tenencias, los famosos mansos serviles. Así que, para muchos autores, ese asentamiento de servi (perceptible en la época merovingia, muy frecuente por añadidura) constituye una etapa esencial en el proceso de deterioro de la servidumbre antigua(17). Marc Bloch no decía otra cosa.

Mucho más nuevas son las ideas que se abren paso en cuanto a las modalidades y la cronología de la extinción del régimen esclavista. Sobre estos dos puntos, las puestas en cuestión se deben a Georges Duby. Para éste no es en la época merovingia ni tampoco en los tiempos carolingios donde se sitúa el fin de la esclavitud antigua, sino más tarde, en el siglo XI. "Como la Galia romana, como la primitiva Germania, la Francia del año mil es esclavista", escribía en 1958 (18). No ha cesado desde entonces de reafirmar esta posición, que sostiene una demostración cada vez más rigurosa. Para él en efecto, el fenómeno

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de la desaparición de la vieja servi dumbre debe ponerse en relación con la emergencia de un nuevo marco estructural, el señorío banal, que extiende su empresa a todo el campesinado, sin distinción de estatutos jurídicos. Bajo el talón de hierro de los castellanos banales, los descendientes de los antiguos esclavos de la Alta Edad Media son reunidos en una nueva forma de dependencia, con una masa de campesinos libres, caídos a su turno bajo la sujeción de un amo. En el tumulto de la revolución feudal, los últimos servi se unen con la multitud de los rústicos (19).

Las ideas de Georges Duby no han cesado ni cesan de ganar terreno. Sin embargo, aunque suscitan la completa adhesión de algunos historiadores (20), continúan provocando en otros una cierta inquietud. Eso se nota en la confusión que experimentan muchos de ellos al calificar a los no libres de los tiempos carolingios y poscarolingios: ¿todavía esclavos o ya siervos? En su última obra, Robert Boutruche, que se declaraba por completo adherido a la opinión de G. Duby, vaciló un momento en franquear el paso, y no supo como traducir servus en el célebre texto de Adalberón de Laón (21). El mismo Robert Fossier, hace coexistir bastante extrañamente esclavos y siervos en los siglos IX y X (22). Jean Pierre Poly y Eric Bournazel, finalmente, planteando valientemente la cuestión ("¿Se puede hablar de esclavos en los tiempos carolingios?") esquivan por el momento dar la respuesta y utilizan la palabra servus sin darle traducción (23). Curioso fenómeno el de esta indecisión casi general de los medievalistas sobre un problema capital para la época que ellos estudian.

D e l l a d o d e l o s m a r x i s t a s : ¿ L a luz puede venir de otra parte, es decir, de los historiadores que se proclaman marxistas? Su contribución debe examinarse con cuidado porque es importante y sitúa el problema en términos muy diferentes de aquéllos examinados hasta aquí. Es normal, además, que los marxistas se hayan preocupado mucho de la cuestión porque es el corazón de la problemática desarrollada por el materialismo histórico. Se trata nada menos que de determinar las causas y las modalidades del pasaje de un modo de producción (el esciavismo) a otro (el feudalismo). Es pues, todo el problema de los modelos de transición (del feudalismo al capitalismo, del capitalismo al socialismo) lo que esta en juego (24). Dicho esto, no se debe ocultar que es bastante artificial oponer globalmente historiadores marxistas y no marxistas porque si las divergencias son grandes entre éstos, lo son todavía mayores entre aquéllos, al punto de haber dado lugar a polémicas feroces. De hecho, se puede dividir a los historiadores marxistas en dos grupos: los que se muestran puntualmente fieles a la letra de lo que Marx y Engels han escrito sobre el tema (pocas cosas en verdad) (25), y los que, sin ocuparse con exceso de esos textos de referencia, aplican al problema los esquemas generales del método histórico marxista.

La primera actitud se encuentra. sobre todo entre los historiadores soviéticos (26), pero también entre ciertos autores alemanes (27), ingleses (28), o españoles (29). La idea de base -tomada de Marx- es que el modo de producción feudal nace de la síntesis de elementos pre o proto-feudales que se encuentran en los modos de producción anteriores, a saber, el modo de producción esclavista romano y el modo de producción llamado "primitivo" o "tribal" de los germanos. Las invasiones germánicas han engendrado un proceso de interacción y de fusión ( de "síntesis") que ha concluido con el nacimiento de una formación económico-social radicalmente nueva (el feudalismo) ocasionando al mismo tempo la desaparición de regímenes sociales anteriores (y muy particularmente, del esclavismo). Partiendo de esas premisas, los marxistas literales concentran toda su atención sobre el estudio del famoso proceso de síntesis (las discusiones llevan sobre el grado de "ponderación" de esta síntesis según las regiones) (30) y sobre la época en la cual se considera que se ha desarrollado, es decir, la Baja Antiguedad, la época de las invasiones y de los reinos bárbaros. Tienen tendencia, por consiguiente, a minimizar, hasta pasar en silencio la supervivencia de la esclavitud en la Europa de la Alta Edad Media (31).

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En suma, a pesar de su carácter a veces polémico a ultranza, el libro de P. Dockés aparece como una obra estimulante por los cuestionamientos que efectúa y por las ideas nuevas que propone. Dos de estas me parecen particularmente fecundas. La primera es que cuando se habla del fin del esclavismo se yerra al utilizar la palabra "fin" en singular: hay muchos fines del esclavismo. Tal régimen social no muere de un sólo golpe, sino a continuación de sacudimientos muy violentos, escalonados en el tiempo y entrecortados por restauraciones provisorias. P. Dockés identifica dos de esas crisis: una, en el siglo III, la otra en el V; hay otras. La segunda idea para recordar es la de la importancia capital del rol del Estado en el funcionamiento del sistema: el modo de producción esclavista implica normas de explotación muy crueles para quienes están sometidos a él. Amos aislados serían impotentes para mantener a sus esclavos en el sometimiento. Su autoridad tiene imperiosa necesidad de ser sostenida por un aparato de represión eficaz y coherente. Toda crisis de estructuras estatales tiene por corolario una crisis del sistema esclavista. Toda restauración de esas mismas estructuras permite una restauración de la esclavitud.

Bal ance y perspectivas Si se hace un balance de las investigaciones efectuadas desde la muerte de Marc Bloch, se constata que desembocan en resultados totalmente contradictorios. ¿Por qué termina la esclavitud antigua? Las explicaciones tradicionales (por la acción de la iglesia, por dificultades de reclutamiento), ya expugnadas por Marc Bloch, están hoy casi enteramente abandonadas, sin que se haya demostrado, no obstante su falsedad y sin que hayan sido reemplazadas por tesis más convincentes. Las explicaciones de carácter económico que desde Marc Bloch las han sucedido, no han cesado de ganar terreno, pero se contradicen entre sí. Marc Bloch describió el pasaje de la gran explotación eslavista al sistema de los mansos serviles como una consecuencia de la regresión económica de la Alta Edad Media. Los historiadores actuales (G.Duby, R. Fossier...) recogen la idea de un abandono de la esclavitud en razón de costos de producción demasiado elevados (lo que implica que la economía de la Alta Edad Media no es capaz de soportar tales costos) aún cuando ellos no describen esta economía en términos de regresión sino en t érmi nos de crecimien to (41). En cuan to a Ch. Parai n, es por el sólo crecimiento -por el desarrollo de las fu erzas productivas que da cuenta del fin del régimen esclavista, pero lo coloca demasiado temprano, en el Bajo Imperio. Finalmente, para coronar el conjunto, P. Dockés rechaza globalmente esos argumentos "economicistas", que él califica, no sin menosprecio, de "mecanicistas". La explicación de carácter puramente social que propone (por la dinámica de la lucha de clases) es seductora, pero parece demasiado sistemática para arrancar convicciones.

¿Cómo terminó la esclavitud antigua? Todo consiste en el problem a del pasaje de la esclavitud a la servidumbre. Marc Bloch afirmaba una diferencia de naturaleza entre las dos servidumbres y percibía un fenómeno de ruptura, de di s c o n t i n u id a d e n tre l a e s c l av i t ud d e la A l ta E d a d M ed i a y l a s e r v i d u mb re feudal (todo lo más, encontraba una prefiguración del estatuto de siervos en el d e l o s c o l l i b e r t i c a r o l i n g i o s ). P a r a é l , l o s s i e r v o s d e l s i g l o X I I , q u e consideraba como mucho más numerosos que los esclavos de la Alta Edad Media, t e n í a n f o r z o s a m e n t e o t r o o r i g e n. C o n t r a e s t a v i s i ó n d e M a r c B l o c h , l o s hi st ori ad ores be lga s C h. Verl in de n (4 2) y so b re to do L. Ve rri est ( 4 3) h an afirmado, po r el contrario, la primacía de la continuidad. Los servi del siglo X I I s o n l o s d e s c e n d i e n t e s d e l o s s e r v i c a r o l i n g i o s : M a r c B l o c h s e h a equivocado, en efecto, en cuanto a su número, no constituían en realidad más que una pequeña minoría en la masa de rústicos y nada se opone a que se vea en e l l o s u n a r e l i q u i a d e l s i s t e m a e s c l a v i s t a d e l o s s i g l o s a n t e r i o r e s. G e o r g e s Duby sintetiza las dos opiniones: hay algunos, entre los siervos de la época feudal, descendientes de servi de la Alta Edad Media, pero han sido reunidos en la servidumbre con una multitud de

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antiguos campesinos libres sometidos s las violencias del señorío banal (44). ¿Cuándo termina fin almente, la esclavitud antigua? En el final de la Antiguedad romana y en la época de las invasiones, responden al unísono los marxistas, todos extrañamente fieles sobre este punto a los escritos de Marx (45). En el siglo XI, afirma Georges Duby. En una épo ca indeterminada entre los siglos V y XI, declaran por fin, con el mayor embarazo (a menos que se callen), la mayoría de los demás.

Cuarenta años después de la muerte de Marc Bloch, el problema del fin del esclavismo en Europa Occidental se encuentra pues en un callejón sin salida.

¿Cómo salir de él? ¿Cómo orientar hoy la investigación? Tres direcciones me parecen posibles:

1- Retomar, de manera sistemática, el examen de los textos: su pretendida i n di gen c i a es u n ar gu m en t o per ez o so. S o n n u m er o so s, m u y n u m er o so s: l a documentación de la Alta Edad Media libera, seguramente, más informaciones sobre la esclavitud que toda la de la época romana. Y su diversidad es grande: l eyes bárbaras (que permiten no solamente establecer una geografía de la servidumbre, puesto que concierne a toda Europa Occidental, sino que suministran también jalones cronológicos precisos, puesto que su redacción se extiende del siglo VI a comienzos del IX), textos doctrinales de los Padres de la Iglesia (de San Pablo a Buchard de Worms), actas conciliares, penitenciales, formularios, obras literarias e historiográficas, polípticos, cartularios ... Entonces, antes que nada, establecer un corpus (o al menos un repertorio) de documentos escritos. A partir de ello, hacer cómputos, período por perí odo, región por región, de las menciones de mancipia, servi, ancillae. Y no o l vi darse de co nfron t ar lo s dato s r eco gi do s c on lo s qu e pro po rci on a arqueología: pienso en particular en las excavaciones de fondos de cabañas, que pueden informarnos mucho sobre la importancia relativa y las condiciones materiales de existencia de la mano de obra servil en algunos grandes dominios (46).

2- Apoyarse sobre las investigaciones regionales. Todas las tesis de historia de la Alta Edad Media comportan, por la fuerza de las cosas, desarrollos sobre la esclavitud. Se encuentra allí informaciones de primera mano susceptibles de renovar nuestra problemática: tesis sobre Aquitania (47), Auvernia (48), el Latium (49), Cataluña (50), la región de Charente (51), y otras más... Algunas obras de síntesis bien hechas aportan también su lote de contribuciones nuevas, muy particularmente para Italia (52)

3- Finalmente, adoptar una marcha comparativa. La esclavitud de la Alta Edad Media no puede ser comprendida si se ignora las formas de servidumbre que la han precedido y que la han seguido. Leer los trabajos de los especialistas de la Antiguedad es evidentemente una necesidad imperiosa (53). Pero tan esclarecedores son los estudios de los historiadores y sobre todo de los etnólogos que se han interesado en el fenómeno de la esclavitud fuera de Europa: la esclavitud americana (54) seguro, pero igualmente, la brasileña (55) o la africana (56). De hecho, no se puede plantear el problema del fin de la esclavitud Si previamente no se da una definición no sólo jurídica o económica (como se lo ha hecho siempre hasta aquí), sino también antropológica.

¿Qué es pues un esclavo?

Querría ensayar la formulación de esta definición a partir de los textos que nos han dejado las monarquías bárbaras, lo que, haciendo camino, será una manera de demostrar, para los que dudan todavía de ello, la supervivencia del fenómeno esclavista en los siglos que siguieron a las grandes invasiones.

Rico materiall Un simple cómputo de los artículos de ley que, en los códigos germánicos se refieren directamente a la esclavitud o, al menos, contienen cláusulas relativas a los esclavos, es especialmente esclarecedor sobre la importancia

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salicae de Pipino el Breve)

puerco (de dos años) 15 sueldos 15 sueldos

verraco 17 sueldos 17 “

ancilla 30 “ 35 “

buey, vaca, servus 35 “ 35 “

caballo 35 “ 45 “

toro 45 “ 45 “

Las leyes galas (que pasemos al dominio céltico no cambia nada en las mentalidades) van todavía más lejos, si es posible, en este proceso de asimilación: esclavos y bovinos sirven allí indiferentemente de unidades de cuenta en el pago de las indemnizaciones por muerte y heridas:

art. 1.- Si alguno comete voluntariamente un homicidio, que de en reparación tres esclavos hembras y tres esclavos machos.

art. 2.- Si alguno hiere a un hombre al punto de cortarle una mano o un pie, que de en reparación una esclava hembra o un esclavo macho.

Pero también:

art. 35.- Si alguno golpea a un hombre hasta el punto de romperle solamente un hueso, que de en reparación tres vacas (64).

Tales textos hablan por si mismos. Si se quiere establecer todavía, una comprobación mas rigurosa de la infra-humanidad del esclavo, dos criterios muy simples pueden ser recordados: el de los castigos y el de las relaciones sexuales entre libres y no libres (o mejor, de su prohibición).

No se ha escrito jamás la historia de los castigos: es grave. Se ha tratado de definir la libertad en la Edad Media de muchas maneras, sin darse cuenta de que se sentía libre quien no era azotado (65). El esclavo es azotado y mucho más que eso. Tres tipos de castigo, de hecho, pueden serle infligidos: los golpes, las mutilaciones, la muerte.

El número de golpes que es susceptible de recibir un esclavo es, según testimonio de las leyes barbaras, horroroso: decenas, centenas de golpes, lo mismo, y a menudo más, que un buey o un perro. ¿Golpes de qué? Aquí todavía, s i l e n c i o d e l o s h i s t o r i a d o r e s q u e s e a p a s i o n a n p o r l o s p r o b l e m a s institucionales mas sutiles, pero que se desinteresan, parece, de la manera en que eran azotados sus antepasados. Golpes de látigo parecen, en muchos casos, problables: son costumbre, en todo caso, en la España visigoda (66). Los amos burgundios prefieren el bastón (67). La ley sálica es más explícita: los esclavos son atados, la espalda desnuda, a un cascabel, y golpeados con varas cuyo grosor, normalmente, es el del dedo meñique (68). Y no se piense que esas penas corporales no han existido más que en el espíritu de los juristas que han compilado los códigos germánicos: hablando de grandes propietarios hispanos, el rey Ervigio constata: "deseosos de hacer trabajar sus campos, aporrean sus multitudes de esclavos" (69).

Las mutilaciones. Son practicadas en todas partes y fr ecuentemente atestiguadas. Se pueden cortar las manos, arrancar los ojos de un esclavo (entre los bávaros, por ejemplo) (70), pero sevicias de este tipo son generalmente

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evitadas porque disminuyen o aún aniquilan la capacidad de trabajo del supliciado. Son las mutilaciones faciales las que tienen la preferencia (ablación de la nariz, de las orejas, de los labios,

o decalvatio) (71), porque siendo espectaculares, no apartan al trabajador de su tarea. La castración no es inhabitual, tanto en España como en la Galia franca: ciertamente, no es sin riesgo (es bastante frecuente que la víctima muera por pero presenta la doble ventaja de castigar duramente al esclavo y de suavizar su carácter. La ley sálica y la ley visigoda tienen además la cortesía de informarnos del equivalente para la mujer; 142 golpes de vara al norte de los Pirineos, la ablación de la nariz al sur (72).

Finalmente, la muerte. El amo conserva claro derecho de vida y muerte sobre sus esclavos. Tiene esta regla una excepción: España, donde hacia 650, una ley de Kindasvinto abolió ese derecho (73). Pero aún en ese caso, las prácticas antiguas permanecen; la ley no es respetada o, más exactamente, es repuesta como nos enseña un texto veinte años posterior (una ley de Recesvinto sobre el mismo tema): impedidos de matar a sus esclavos recalcitrantes, los amos, se nos dice: "les cortan una mano o la nariz o los labios o la lengua o una oreja o aún un pie, o todavía le arrancan un ojo o cortan una parte cualquiera de su cuerpo, u ordenan amputársela, arrancársela, o cortársela"(74).

¿Cómo explicar esas penas salvajes? No revelan solo el sadismo de los amos, aunque en ciertos casos este sea evidente (75). Tienen sobre todo función de ejemplo, y, por su carácter terrorífico (mutilacionres faciales), apuntan a desanimar todo espíritu de insumisión en la población servil (76).

Se concibe que, maltratado por la suerte, el esclavo sea apartado de la frecuentación de las mujeres libres. A decir verdad, el problema de las relaciones sexuales entre libres y esclavos constituye un campo de estudio privilegiado porque las leyes bárbaras se muestran de una rara prolijidad sobre el tema. La extrema precisión y la abundancia de prescripciones y de prohibiciones que formulan, el carácter despiadado de las sanciones que infligen a los contraventores constituyen el mejor testimonio sobre la barrera, no solamente de clase, sino verdadeamente de raza y aún de especie, que la sociedad de los libres trata de mantener entre ella misma y la mano de obra servil.

En la mayoría de los casos (77), las uniones entre libres y esclavos son consideradas como contra natura. Digamos más precisamente -sobre este punto una confrontación entre las leyes bárbaras y los penitenciales es especialmente esclarecedora- que son asimiladas al delito de bestialidad (78). Para la mujer libre que se une carnalmente con uno de sus esclavos, representa, o bien la reducción a servidumbre, o bien, lo más frecuentemente, la muerte. En España, la pareja culpable es azotada públicamente, después, quemada viva (79). En la Galia franca, todavía en el siglo VIII, la mujer libre que ha cedido a esta tentación se convierte en esclava del fisco, a menos que sus padres prefieran matarla; en cuanto a su compañero, es entregado a la tortura más dura (pessium cruciatu) y debe morir en la rueda (80). De una manera más general, el esclavo que toca a una mujer libre no puede esperar sobrevivir: es la ley de Lynch, característica de muchas otras sociedades esclavistas o pos-esclavistas. Por añadidura -y esto muestra bien que un esclavo no pertenece a la especie humana- , una mujer cuyo marido es reducido a servidumbre, puede volver a casarse. Ese nuevo matrimonio es admitido tanto por la ley civil como por la Iglesia; en España es autorizado inmediatamente (81); en Inglaterra, el clero impone un plazo de un año, coma para la viudez (82).

De esta no humanidad del esclavo derivan dos consecuencias lógicas: nada puede poseer en propiedad, no tiene ningún derecho sobre sus hijos.

La incapacidad de los esclavos de poseer, ciertamente, plantea problemas, puesto

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  • s o b r e l a n a t u r a l e z a d e l c o n t u b e r n i u m s e r v i l : e n d e r e c h o , n o e s s i n o u n acoplamiento, pero ciertas uniones entre servi y ancillae pueden presentar tal c a rá c t e r d e e s ta b i l id a d y d urac i ó n q u e t e r m i na n p or s e r a s i m i la da s al m atrimonium de los libres (93).
  • s o b r e l a f u n c i ó n d e l p e c u l i o : p u e d e s e r d e l i n t e r é s d e a l g u n o s a m o s
  • c o m o e x i s t í a y a e n e l c a s o d e a A n t i g u e d a d - d e j a r a s u s e s c l a v o s o p e r a r t r a n s a c c i o n e s , n e g o c i a r, e n r i q u e c e r s e. E n e l c a s o l í m i t e , e l e s c l a v o p u e d e r e s c a t a r s u l i b e r t a d c o n s u p e c u l i o : l a l e y d e l o s b á va r o s , p o r e j e m p l o , l o a d m i t e c o n l a s o l a c o n d i c i ó n d e q u e l a s u m a v o l c a d a p a r a e l r e s c a t e n o h a ya sido amasada a escondidas del amo (94).

Estas contradicciones son inherentes, lo repito, a la naturaleza misma del régimen esclavista: constituyen de alguna manera las fallas del sistema. Todos los factores que contribuyeron a ampliarlas podrán ser contados como causas de su ruina.

El fac tor religioso

Desde Marc Bloch (y además en la vía trazada por éste), todos los autores que han tratado acerca de la servidumbre de la Alta Edad Media, tendieron a minimizar el rol jugado por la Iglesia en su desaparición. Han visto justamente, en este sentido, que como institución, la iglesia no ha combatido jamás la esclavitud, sino que por el contrario ha aprobado el principio de la misma y la ha predicado.

Doctrinalmente toda la reflexión de la iglesia sobre este tema deriva de San Pablo, cuyas posiciones conviene recordar con precisión. Tres pasajes de las cartas del Apóstol se refieren a la esclavitud:

  • 1a. Epístola a los Corintios, 7, 20 - 24: que cada uno permanezca en el estado en que estaba cuando ha sido llamado. Tú has sido llamado siendo esclavo, no te preocupes por eso; pero aún si puedes recuperar la libertad, saca antes provecho de tu estado de servidumbre, porque el que ha sido llamado siendo esclavo es un liberto del Señor... Hermanos, que cada uno permanezca ante Dios en el estado en que estaba cuando fue llamado".
  • E pí sto l a a lo s efesio s, 6 , 5 -9: E sc l avos, o bedec ed a vu est ro s am o s de est e mundo con temor y respeto, con corazón sencillo, como a Cristo; no solamente cuando tengan el ojo sobre vosotros, como si no buscárais más que complacer a los hombres, sino como servidores de Cristo que cumplen de todo corazón la voluntad de Dios. Haced vuestro trabajo con empeño, como si sirrvierais al Señor y no a los hombres, ... Y vosotros, amos, obrad respecto de ellos de la misma manera y dejad a un lado las amenazas, sabiendo que el amo de ellos y el vuestro está en el cielo y que no hace distinción de personas.
  • E p í s t o l a a F i l e m ó n : ( Pa b l o a n u n c i a a F i l e m ó n q u e l e r e m i t e u n o d e s u s esclavos (Onésimo) que se ha refugiado junto a él y ruega a Filem ón recibirlo con dulzura) "como un hermano bienamado".

E s t o s t e xt o s d e S a n Pa b l o h a n si d o r et o mad o s s i n c e s ar e n l o s si g l o s siguientes, pero siempre interpretados en el sentido más desfavorable a los e s c l a v o s , e s d e c i r, e n e l e x c l u s i v o s e n t i d o d e u n a l e g i t i m a c i ó n d e l a esclavitud. He aquí por ejemplo, en lo que se convierten los Términos de la Carta a los Efesios en una recopilación de sermones de la Alta Edad Media:

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"Esclavos, obedeced a vuestros amos con corazón sencillo, no solamente cuando ellos tienen el ojo puesto sobre vosotros, sino haciendo vuestro trabajo con amor: porque Dios los ha constituido para que ellos os dominen, y a vosotros para que los sirváis" (95).

Pero se va más lejos. Escuchemos a San Agustín mismo, cuya argumentación sera también, indefinidamente reproducida:

"La causa primera de la esclavitud es el pecado que ha sometido el hombre al yugo del hombre y ello no fue sino sin la voluntad de Dios, que ignora la iniquidad y ha sabido repartir las penas como salario de los culpables"(96).

Dos ideas son aquí desarrolladas y estrechamente asociadas: 1) la esclavitud es la sanción de pecados cometidos por los hombres; 2) es justo que esta sanción g o l p e e a c i e r t o s h o m b r e s y n o a o t r o s p u e s t o q u e n o p u d i e n d o equivocarse Dios, los que aquélla go lpea, son culpables.

Este concepto de culpabilidad colectiva de los esclavos es todavía precisado por San Isidoro de Sevilla, que justifica el derecho de coerción de los amos por la necesidad de enmendar a los esclavos, y esto por el bien de todos:

"A causa del pecado del primer hombre, la pena de la servidumbre ha sido inflingida por Dios al género humano: a aquéllos a los cuales no conviene la libertad, El ha acordado misericordiosamente la servidumbre. Y aunque el pecado o r i gi n al h aya s i do bo r rado para t o do s l o s f i el es p o r l a grac i a d el bau t i sm o , sin embargo Dios el justo, ha repartido entre los hombres géneros de vida diferentes, instituyendo a unos esclavos, a los otros amos, de manera que la propensión de los esclavos a hacer el mal sea refrenada por el poder de los amos" (97).

Origen divino de la esclavitud, perversidad genética de los esclavos, necesidad de la servidumbre como medio de redención de la humanidad por la penitencia: otras tantas ideas que se van a convertir en lugares comunes. En la época carolingia, se las puede reencontrar abundantemente bajo la pluma de Alcuino, de Jonás de Orleans, de Reginón de Prum, de Rábano Mauro, de muchos otros.

En la práctica, la Iglesia tenía, si lo hubiese deseado, dos medios contribuir a la extinción de la servidumbre: por una parte, beneficiar con el derecho de asilo a los esclavos fugitivos, por otra, alentar las manumisiones dando ella misma el ejemplo. ¿Qué se constata?

Tod a la le gi sla ci ó n c on c ili ar de lo s s ig lo s IV al I X ap u nta , baj o modalidades diversas, a excluir a los esclavos del derecho de asilo. San Pablo devolvió a Filemón su esclavo Onésimo: corresponde por lo tanto restituir a sus amos los mancipia fugitivos (98). Regla aplicada en los hechos: la Vita de San Pourzain nos enseña por ejemplo, que aquél, habiendo caído en la esclavitud y habiéndose refugiado en un monasterio, fue restituido a su propietario por el abad del lugar (99). Todo lo más, ciertos concilios (Orléans, 511; Clichy, 626), tratan de limitar los efectos de esta restitución para el esclavo, haciendo jurar al amo no vengarse en él matándolo o torturándolo (100). Pero, desgraciado del cristiano que favorezca la huida de los servi, hasta por su simple desobediencia: es anatemizado. Así lo decidía, ya en el siglo IV, el concilo oriental de Gangres, y esta maldición se repite de siglo en siglo hasta Rábano Mauro que la aprueba (101).

En cuanto a la emancipación, la Iglesia -que toma además de esto las enseñanzas de los estoicos - preconiza su práctica, clasificándola en el rango de obras pías. Las vidas de santos están frecuentemente adornadas con episodios de rescate o de manumisión de esclavos (102). Pero al leeren detalle los textos, se advierte que el objetivo principal buscado por los obispos es menos el de popularizar la emancipación que el de cristianizar las modalidades, de integrarlas a

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modelos de reducción a la esclavitud (115), les es imposible obliterar totalmente el mensaje evangélico. Ciertamente la Iglesia actúa de suerte que el esclavo no sea un cristiano total: el Papa León de acuerdo con las conclusiones de diversos concilios, les prohíbe el acceso al sacerdocio (116). Un esclavo, salvo excepciones (117), no puede ser sacerdote. Pero es bautizado, puede (debe) asistir a los oficios divinos, es admitido a los sacramentos, tiene un alma. Es por lo tanto un hombre, sin ambiguedad posible. Sin ambiguedad y, he aquí que es importante en una época cuando la Iglesia, en su esfuerzo por desarraigar los mitos panteístas de la Antiguedad, se atribuye la tarea de establecer una cesura absoluta entre animalidad y humanidad (118). El esclavo esta en el buen lado de la linea de partida.

¿Eso se les dice a los mancipia en las Iglesias? Seguramente no: las iglesias, declara por ejemplo el rey Leovigildo, deben ser lugares donde "sea enseñada la necesidad de obedecer y donde sean descriptos los ejemplos de castigos"(119). De hecho, los primeros edificios cristianos elevados en el campo son capillas construidas por los grandes propietarios en sus dominios esclavistas: la mano de obra servil que en ellas es admitida (¿en qué condiciones? o más exactamente, ¿en qué posturas de posternación?) no escucha allí seguramente palabras de liberación. Pero penetra allí y encuentra a libres. Libres pobres que a menudo trabajan sobre los mismos campos y son sometidos a las mismas vejaciones por parte de los mismos amos. Unos y otros se conocen, aprenden entre tanto a apreciarse como cristianos, es decir, en tanto que hombres y en tanto que mujeres. Nada sorprendente, en consecuencia, eso de que las uniones mixtas aunque tan duramente castigadas por la ley - se desarrollen. Se tiene testimonio de ello desde el siglo VII (12O). En el siglo IX entraron en las costumbres (121). La cristianización de los campos - lenta, aleatoria, ardua (122) - ha facilitado, seguramente, a escondidas de la jerarquía, un acercamiento entre servi y pauperes, suscitando la solidaridad de lo s m í s e r o s.

Pero tuvo un efecto mucho más decisivo sobre la imagen que los esclavos se hacían de sí mismos. Por el sólo hecho de entrar en un edificio sagrado, aquéllos adquieren la prueba de su humanidad (123). Y esta certidumbre desmiente todo el condicionamiento que sufrieran y que apunta a hacerles asumir una identidad horrible, vilissima (124), una identidad bestial (125). La práctica cristiana se contrapone con la ideología de la case dominante y que vehiculiza la Iglesia. Contribuye por lo tanto a arruinar uno de los fundamentos el componente ideal, para utilizar el vocabulario de Maurice Godelier (126) - de la dominación que los amos ejercen sobre sus lastimosos rebaños.

EI consensus necesario al mantenimiento del sistema esclavista se encuentra minado en dos niveles: los pobres libres cesan de ver en los esclavos ese ganado que les describen los ricos y que la ley les prohíbe frecuentar, los esclavos encuentran en los sacramentos que reciben, la justificación de su aspiración a la condición humana y, en consecuencia, a la libertad.

¿Dificultades de reclutamiento?

Argumento demográfico:el esclavismo habría terminado falto de esclavos. La disminución del número de capturas habría conducido a la disminución del stock servil. Dicho de otra manera, las reducciones a servidumbre habrían dejado de ser lo bastante numerosas para compensar as pérdidas debidas a las manumisiones o a otros factores. ¿En qué concierne esto a la evolución del fenómeno de la servidumbre?

La guerra continúa siendo, como en la antiguedad, la gran proveedora. Sin embargo conviene distinguir, para medir sus efectos, entre dos períodos: la edad de los reinos bárbaros y la época carolingia.

Del siglo V al VIII, la guerra es permanente en Europa Occidental y prosigue fundamentalmente

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como una empresa de cacería del hombre. El caso de Inglaterra es particularmente claro: aquí la conquista anglo-sajona se acompañó de una servidumbre masiva de la población céltica. Todos los bretones que no fueron masacrados o que no pudieron refugiarse en la Armórica o en los finisterres del Oeste (Galias, Cornualles) fueron reducidos a servidumbre. Pero vencidos los celtas, la paz no volvió tampoco a la historia de los distintos reinos anglo-sajones no es casi más que la de los conflictos interminables que los oponen entre sí. Pero esas guerras se acompañan también de servidumbres casi sistemáticas y de la reventa (a menudo, en el continente) de la mano de obra cosechada: el esclavo anglosajón es una mercancía común en los mercados de la G ali a (12 7). C omo t am bi én el es c l avo c él tic o: po rqu e lo s c elt as n o so n m ás tiernos entre ellos de lo que son con ellos sus vencedores. Las leyendas gaélicas abundan en narraciones de capturas y se encuentra el eco de ello hasta en Tristán e Iseult: cualquiera sabe que la primera proeza de Tristán es matar al Morholt de Irlanda, que llegaba periódicamente a Cornualles a recaudar un tributo de jóvenes esclavos de los dos sexos.

Las guerras que asvelan la Galia Merovingia son también verdaderas expediciones de razzia. Basta para convencerse de ello, con escuchar la arenga que atribuye Gregorio de Tours al rey Thierry I cuando éste conduce sus guerreros a Auvernia:"seguidme, y yo os conduciré a un país ...donde vosotros hallaréis en abundancia, ganado y esclavos" (128). Promesa que tuvo efecto: una gran parte de la población de Brioude y de otras localidades figurará entre el botín obtenido por el país franco (129). De hecho, en la "época merovingia, la guerra se desarrolla en múltiples teatros: en las fronteras, ciertamente (en Germania, en los confines de la Armórica y de la Vasconia), pero también en el interior del reino franco, con ocasión de los conflictos incesantes que los distintos reyes (de Austrasia, de Neustria, de Borgoña...) libran entre sí. Y sobre todo, los soberanos no son ya los únicos en emprender expediciones armadas. Los siglos VI-VIII son una época de guerras tribales que se desarrollan de ciudad en ciudad, de provincia en provincia: orleanes contra blesois, blesois contra chartres, chartres contra orleanes... (130). En la época de Gregorio de Tours, Turena es saqueada diez veces en diecisiete años: pero esas rapiñas apuntan a todo, lo mismo a los hombres que a los bienes.

Se puede entonces pensar que del siglo V al VIII el reclutamiento de esclavos por la guerra no cesa aún - y como lo había sugerido ya Marc Bloch - se amplía en relación con la época antigua. Pero ese reclutamiento se localiza, en razón del corto radio de acción de las empresas guerreras: los esclavos provienen en adelante, en su mayor parte, de regiones próximas a su lugar de cautiverio. Hay allí un factor esencial de mutación sobre el cual será necesario volver.

Con el acceso de los Carolingios al poder, esas guerras intestinas cesan (pero, se registra todavía cosechas de esclavos en Aquitania bajo Pipino el Breve) (131). Una de las ambiciones mas claras de Carlomagno es la de hacer reinar la paz en el interior del regnum Francorum y lo logra. La caza del hombre es trasladada entonces a las fronteras del imperio. Es, provechosa, al comienzo en tanto los francos son victoriosos: se sabe, por ejemplo, que una parte importante del pueblo sajón vencido es transportado a las provincias interiores del Imperio para abastecer de mano de obra a los grandes dominios (132). Pero, a partir del reinado de Luis el Piadoso, la guerra, de ofensiva comienza a transformarse en defensiva. En esas condiciones es seguro que el número que capturas disminuya. ¿Es necesario ver en este descenso de los aprovisionamientos una de las causas (hasta la causa principal) de la declinación de la esclavitud? Eso sería ligar de una manera seguramente demasiado estrecha la suerte del modo de producción esclavista a la coyuntura militar. Eso conduciría a decir que el régimen esclavista no puede existir mas que en Estados siempre victoriosos. Seria olvidar, sobre todo, que la guerra no ha sido jamás sino una de las

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Parece, por lo tanto, que las sociedades de la Alta Edad Media han tenido siempre medios muy diversificados de procurarse esclavos. No podría explicarse el fin del esclavismo por dificultades coyunturales de reclutamiento. Por el contrario, es esencial subrayar que los esclavos son reclutados en adelante cada vez más cerca de su lugar de servidumbre. En la Antiguedad, el servus era case siempre un extranjero, traído desde muy lejos (de los países bárbaros), enteramente separado de su medio de origen, ignorante hasta de la lengua de su tierra de cautiverio. En la Alta Edad Media, el aprovisionamiento de mano de obra servil se opera lo más frecuentemente en la provincia vecina (cuando las guerras de razzia de la época merovingia), también en el lugar mismo (por el sistema de entrada en servidumbre por deudas, ventas de niños, condenas judiciales). El esclavo, que habla la lengua del país, que conoce todas las costumbres locales, es un ser cada vez menos desocializado. En el límite, se constata que no lo es más que arbitrariamente, por una suerte de decreto de la sociedad de los libres que lo expulsa de su seno. Pero tal exclusión no puede producirse mas que si es aceptada al menos tácitamente, y tanto por los libres como por los esclavos. Ese consenso, se ha visto, casi no existe ya (145).

El juego de las fuerzas productivas: progreso técnico y crecimiento económico

Contrariamente pues a lo que escriben muchos historiadores actuales, ni la cristianización del campo ni la modificación de los modos de reclutamiento, son ajenos al proceso de extinción del esclavismo. Conviene, simplemente subrayar que esos dos fenómenos no intervinieron directa, mecánicamente, sino por sus consecuencias sobre la evolución de los comportamientos, modificando la manera de ver a los esclavos (tanto por los libres como por ellos mismos). Si, como lo escribe con evidencia Maurice Godelier, todo lo real social se compone de una parte ideal (representaciones del hombre, de sus lazos con la naturaleza y con los otros hombres) y de una parte material (el hombre mismo y sus útiles) (146), forzoso es constatar que el primer componente de lo real en cuestión aquí (el esclavismo), conoció a lo largo de la Alta Edad Media, profundas transformaciones. ¿Cuál es el segundo?

Es a la economía a la que se apela hoy cada vez mas pa ra explicar el fin de la esclavitud. Marc Bloch ya había adoptado este camino: el hecho esencial para él era la instalación de los esclavos en mansos, en lo cual veía el origen de su emancipación, y esa instalación se le aparecía como la consecuencia obligatoria de la declinación del gran dominio en explotación directa, declinación explicable por la retracción económica de la Alta Edad Media. Idea retomada por Georges Duby y la mayor parte de los historiadores contemporáneos, aún cuando ellos no crean ya en dicha retracción. Tañido de campana un poco diferente en Charles Parain que se sitúa, por su parte, netamente en una perspectiva de crecimiento: es el desarrollo de las fuerzas productivas (y, más particularmente, el progreso técnico) lo que ha provocado la extinción del modo de producción esclavista, pero persuadido de que éste ha desaparecido a fines de la Antiguedad, sitúa en el Bajo Imperio las grandes innovaciones generadoras de liberación.

Es por lo tanto necesario replantear claramente las dos cuestiones que están en el corazón del debate: la del progreso técnico y la de la mutación de los modos de explotación del suelo. Formulándolas sobre la base de las adquisiciones más recientes de la investigación, ensayando apreciar su importancia relativa y situando las respuestas en una perspectiva cronológica l o más precisa posible.

El progreso técnico: Esta aquí fuera de propósito examinarlo en todas sus modalidades. No recordaremos más que las dos manifestaciones más significativas, aquéllas que también han dado lugar a la más abundante literatura histórica: la domesticación de la fuerza hidráulica y el cambio de los

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métodos de tiro.

Es necesario, aunque sea un lugar común, insistir sobre la importancia de la revolución que ha constituido la difusión del molino hidráulico (147). Esta importancia se evidencia, si se recuerda la naturaleza del instrumento que reemplaza, a saber, el molino de brazo. Ese molinete rotatorio, de empleo casi universal en el mundo romano desde el siglo II, era casi exclusivamente accionado por esclavos (mayoritariamente esclavas) y exigía de ellos un trabajo largo (horas y horas, días y días, de día y más aún de noche), fastidioso y abrumador. Su utilización suponía, pues, la existencia de una mano de obra numerosa únicamente ligada a su servicio. La difusión del molino hidráulico ha presentado, por lo tanto, para millares y millares de seres humanos, un carácter benéfico; alivió enormemente su fatiga. ¿Cuándo se produjo? Comenzamos por estar bien informados sobre su cronología, gracia s, en particular, a trabajos recientes (148). A la vista de los últimos, se puede dar crédito a Ch. Parain, acerca de que el molino hidrálico aparece en el paisaje galo después del Bajo Imperio y que, desde esta época, se edifican ciertos grandes complejos de molinería, tales como el de Barbegal, cerca de Arlés (149). Pero es más tarde que se transforma en instrumento de uso corriente. La primera fase de su difusión se sitúa entre el siglo VI y el VIII. Propagación aún tímida: las menciones de molinos comienzan a aparecer aquí y allá en los textos, pero este nuevo instrumento es aún considerado por sus propietarios como un bien raro y extremadamente precioso (15O). Es solamente en el curso de la segunda fase, entre los siglos IX y XI, que el molino hidráulic o adquiere una posición dominante (151).

El progreso de los métodos de atalaje, consistente en la adopción del yugo frontal para los bueyes y la invención de la collera rígida para el caballo: en este último caso, innovación decisiva puesto que permite el empleo de este animal en la agricultura. Si para el buey, la cronología del progreso permanece vaga (152), parece bien establecida para el caballo. Su utilización como animal de labor se impone entre la segunda reatad del siglo IX y la segunda mitad del siglo XI (153).

Lo más notable es que, en los dos casos examinados las innovaciones conciernen a un problema de explotación de la energía: la fuerza hidráulica por una parte, un rendimiento acrecentado del trabajo animal por la otra (rendimiento quintuplicado en el caso caballo) vienen a reemplazar la energía humana (representada por la labor de los esclavos) en las actividades más penosas y más usuales. Además, el trabajo humano mismo es cada vez más valorizado gracias a los decisivos perfeccionamientos que se manifiestan en el dominio de utillaje: difusión del trillo de mano, aparición del arado de vertedera y sobre todo - a partir esencialmente del siglo X - sustitución cada vez más frecuente de los irrisorios útiles: de madera de los cúales se servían a menudo hasta entonces los hombres, por útiles de hierro. Podemos concluir que el progreso técnico - lento en manifestarse, pero que conoce, a fines del siglo IX y en el X, una neta aceleración - ha contribuido mucho a aligerar las tareas destinadas a la mano de obra servil.

El error -sería, una vez más, hacer arrancar automáticamente de estos factores de orden técnico la desaparición del régimen esclavista. Es el obstáculo ante el cual caían los viejos autores como el comandante Lefebvre des Noettes, quien, lo sabemos, hacía del fin de la esclavitud, consecuencia directa de la invención de la collera rígida (154). Es también la falta que podemos reprochar a historiadores tan alejados ideológicamente como Charles Parain (155) y Lynn White (156). De hecho, el progreso técnico no constituye más que uno de los aspectos del desarrollo de las fuerzas productivas. No se lo puede hacer intervenir legítimamente como explicación de los cambios sociales que lo reemplazan en el contexto más general de las mutaciones económicas. Conviene examinar, pues, como aquellas, modificando el modo de explotación del suelo (dicho de otra manera, para la época examinada, los datos de base de la vida material) entrañaron un redespliegue de la mano de obra, generador de una liberación de los esclavos rurales.

El crecimiento económico: Se impone, además, una puesta a punto en cuanto a su cronología. Todos los estudios recientes sobre la Alta Edad Media se