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Armstrong- Filosofia y derecho, Guías, Proyectos, Investigaciones de Derecho

Biblio de armstrong que utilizamos para entender filosofia

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2024/2025

Subido el 09/05/2025

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martina-casarotto-1 🇦🇷

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A cs A o is o O o e a td O, dl ES VIT ARISTOTELES (ID. ¡DEAS FUNDAMENTALES Y FILOSOFIA DE LA NATURALEZA 1, Acabámos de ver cómo Aristóteles había lle- gado a la conclusión de que era erróneo el inten- to platónico de resolver el problema del conoci- miento verdadero postulando como objeto del mis- mo un mundo de Formas trascendentes separadas, y de que la realidad de la cual podemos tener un" conocimiento cierto debe buscarse en el mundo en: que nos hallamos, es decir, el mundo revelado por nuestros sentidos. Los entes concretos individuales. de este mundo, sostiene Aristóteles contra la opi- nión de los platónicos, son real y científicamente cognoscibles. Sin duda que Aristóteles es dema- siado razonable y se halla demasiado hondamente influido por Platón para afirmar que éstos son los únicos seres reales. Admite, como veremos, la exis- | tencia de entes inmateriales, perceptibles solo por la razón, trascendentes con respecto al universo Visible y separados de él, pero solo hasta donde ¡le parecen necesarios para explicar ese universo 0 las producciones de nuestras propias- inteligen- ¡ Clas. Y, por supuesto, admite la existencia de uni- Versales de todo género, pero no como realidades | SUstanciales separadas, sino solo como caracterís- 129 > ¡ vS "> E E nocimiento verdadero Y exacto .——es decir, cient. ver un grave problema. Sigue siendo lo basta . 7 rables d ticas inmanentes e insepa e las SUStAncia, que percibimos. Esta aceptación de los seres Individuales de mundo sensible como reales y como objetos dez 0 fico— plantea a Aristóteles la necesidad de reg, ' Nte : platónico para ver con toda claridad que lag reg. lidades que constituyen los objetos del cómo. miento verdadero deben ser estables, permanente, e inmutables y no un mero flujo de apa. riencias. Mas el mundo revelado por los sentido, es un mundo de cambios incesantes, donde las cp, sas crecen, decaen y se. transforman de continuo unas en otras. Este_carátter del mundo de los sentidos era lo que había llevado a Platón a bus. car la realidad en otra parte, y las preguntas a “que Aristóteles debía responder al rechazar la gg. lución platónica eran precisamente: primero, cuá. les son las realidades estables e inmutables que existen en este mundo de cambio, y luego, de qué manera una realidad de esa indole puede transfor- marse en otra, tal como parecen hacerlo las cosas que nuestros sentidos nos revelan. Hasta donde nos está permitido afirmarlo, fue más para tratar de responder a esas preguntas que por cualquier otro motivo por lo que Aristóteles llegó a las gran- des concepciones básicas de su sistema filosófico: sustancia, forma y materia, acto y potencia, 2 Una sustancia, para Aristóteles, es simple- ir a - mente una cosa real, una cosa que existe realmen- te. Es la cosa como un todo, incluyendo sus di- , mensiones, cualidades, relaciones, etcétera, que so- lo pueden ser separadas de ella mediante un pro-. ceso de abstracción mental, pero que no pueden tener existencia real fuera de la misma. Esto es lo que Aristóteles quiere significar cuando dice que la sustancia es la categoría primera, la que todas las “demás presuponen. Y de ello se sigue 130 , de ver, la materia es para Aristóteles Pura ment negativa y carece de pas icas peculiares pe po Y en el caso de las mas Puras, Sustancia, inmateriales que consisten en forma no compe. ta con materia, Aristóteles no da indicació pa ] d , N alguna acerca de la razón 0 naturaleza de su Individua), dad. Los neoplatónicos y los platónicos cristianog re. * chazan la teoría de Aristóteles y postulan sin Vaci. lar las formas —y aUun las Formas trascendentes de Platón— de los individuos, y Santo Tomás encuentra que la teoría de Aristóteles es embarazosa tratán. dose de los ángeles y mucho más cuando se trat de la personalidad humana, aunque la acepta y reg). za esfuersos heroicos para explicarla en un sentido racional y cristiano. : Para Aristóteles, la forma de una realidad sus. tancial y concreta jamás puede existir realmente separada de su materia. Solo pueden distinguírge una de otra mediante un proceso de análisis men. tal. No se trata de dos cosas que hubieran sido sometidas a un proceso de composición mecánica | 'o química para hacer una nueva cosa completa, Los términos técnicos utilizados por los aristotéli- eos modernos son aquí particularmente desafortu- nados: forma y materia sugieren la idea de algo así como un molde para gelatina o uno de esos baldes que usan los niños en la playa, donde se mete alguna sustancia sólida que luego, al ser vol- cada, ofrece una apariencia exterior definida. “La : imposición de la forma a la materia” es una fra- * se que sugiere lo que acabamos de decir de una _—manera aún más precisa. Por supuesto que nada podría estar más lejos de lo que el propio Aris- tóteles quiso significar. La forma es la íntima €s- tructura interna, la “cosidad” de la cosa; la ma- | teria es tan solo la posibilidad de ser esa u otra cosa que se hace momentáneamente real por la ré- ; cepción de una forma particular. Si hablásemos de . estructiva y posibilidad, en lugar de forma y M4 : teria, y aun cuando esos términos no traducen fiel: . 132 A A A A | mente las palabras griegas que utiliza Aristóteles daríamos quizá una idea más acorde con la men- talidad moderna —y estaríamos más cerca de esa charlataneria efectista propia de los brujos que os- tenta la moderna terminología filosófica—, El carácter puramente intelectual y no físico de ese análisis por el que se distingue forma y materia, e] hecho de que solo podamos separarlas en nues- tra inteligencia y no en la realidad, surge con mayor claridad aún en el análisis que hace Aris- tóteles cuando se pone a considerar más detenida- mente el proceso real del cambio. Aquí aparece un tercer término, la privación, con el que designa el hecho de no ser aquello que va a ser el resulta- do del cambio. Una cosa es lo que es en virtud de su forma sustancial propia; no es alguna otra | cosa definida en la que ella pudiera cambiarse, debido a la privación de esa otra forma; pero en | virtud de su materia tiene la posibilidad de ser lo que es O de ser otra cosa. e Así, pues, lamateria-es tan solo el elemento de' o posibilidad, dé | mutabilidad/ que hay en las cosas. La forma es en ellas el elemento_estable, perma- mn de ic GR Ar rela y BA ente-cognoscible y científicamente _defínible. La | á ateria,és ese elemento, en sí mismo indetermina- o péto capaz de sucesivas determinaciones, que hace posible el cambio, Las posibilidades de cam- a e is bio de una ¿osa son,” por supuesto, limitadas, ya que la materia receptora de la forma final que ha- ce a una cosa lo que ella es se hallaba en cierto modo ya informada. La materia que recibe la forma de mesa, por ejemplo, no es exactamente materia, sino madera, es decir, materia que ya ha recibido (para simplificar el proceso) las formas de los ele- mentos incluidos en la constitución de la madera y la propia forma de la madera, lo cual determina y limita hasta cierto grado las transformaciones futuras. Mas si llevamos suficientemente adelante nuestro análisis mental, llegaremos a algo que | en realidad Aristóteles nunca mencionó por su ; 133 | | | 3 : ] > E Le : q la materia y la forma como una aplicación espe- sjal de la teoría del acto y la potencia a los ge. res reales pero cambiantes del mundo material. La ema es la actualidad de la cosa; la materia que gún no ha recibido una forma particular es esa co- za en potencia, Para Aristóteles el acto precede jempre a la potencia. La causa de un ser po- tencial que nace es siempre otro ser ya existente n acto. En esto Aristóteles se ajusta tanto al es- íritu de Platón como a los dictados del sentido común. La posibilidad de ser un hombre que aún no existe en acto, no puede, por así decirlo, ele- varse a la existencia por la nuca de su propio cuello, que todavía está solo en potencia. Es pre- ciso que haya un padre, en quien la forma hom- “bre esté ya actualizada, para que se realice el en- ' vendramiento y se ponga así en marcha el proce- so que conduce al nacimiento, No es necesario, por supuesto, que siempre lo actual preceda en el tiempo A alo potencial. Pero dondequiera que una potencia-' ' "lidad se esté haciendo actual hay siempre un ser ' en acto, existente con plena actualidad desde la ini- “ciación del proceso,, que puede ser considerado Co- “mo la causa de este. De manera, pues, que por debajo del mundo de las cosas cambiantes y mó- viles percibidas por medio de nuestros sentidos . existen eternamente una o más actualidades puras, . desprovistas de toda potencialidad, formas sustan- ciales sin materia que jamás morirán, porque ja- más nacieron. | Nos hallamos ahora en los umbrales de la teolo- gía aristotélica; mas antes de iniciar su examen se-. rá preciso que nos detengamos un poco más en su filosofía de la naturaleza, manteniéndonos en - íntimo contacto con el tema fundamental de la “realidad cambiante. . La primera consideración que el propio tema SUu- giere es el análisis de Aristóteles sobre las dife- tentes clases de cambios y movimientos. La distin- ción más importante es la que establece entre el 135 e o | E. | | á “cambio que implica la desaparición de wyna e sustancial y el nacimiento de otra, que él rta no llamar “cambio”, sino más bien “COrTuPción generación”, y todas las otras clases de cambi y (incluyendo el movimiento “tópico”). Esta dis ción es paralela a la de sustancia y Accidente * que en realidad no me parece tener, dentro de 1, filosofía aristotélica, una importancia tan £Tande como las controversias teológicas posteriores Po- drían hacerlo creer; de hecho, resulta a veces yn poco difícil decidir sobre si una cualidad o Carac.. terística particular es parte de la composición esep. cial de una cosa, un elemento indispensable de su definición, una propiedad inseparable o proprimm de la sustancia, o bien es una propiedad acciden. tal que puede cambiar, aparecer o desaparecer gin afectar la sustancia. Con todo, puede y debe ha. cerse una distinción, ampliamente fundada en el sentido común, entre propiedades esenciales a una sustancia y cualidades que pueden variar y hallar. se o no presentes sin afectar la naturaleza esen. cial de la cosa que ellas califican. La cualidad de rubia platinada no es, por fortuna, una parte esen- cial de la definición de mujer. Así pues, Aristóteles distingue “claramente entre transformación sustancial (corrupción-generación) -y cambio, que no implica transformación de sustan- _cia. Debe advertirse que para Aristóteles la corrup- ción y la generación forman una pareja insepara- ble. Si una cosa llega a ser, lo es de la materia de algo que ha desaparecido. La suma de la natu- “raleza permanece constante y la vida del mundo su- blunar se halla formada por infinitos ciclos de nacimientos y muertes, determinados, en último término, por el movimiento del sol en la eclíptica. Los otros géneros de cambios que reconoce Aristó- teles pueden resumirse de un modo general en los de cualidad, cantidad y situación. El cambio de can- tidad es una clase especializada del movimiento en el espacio: expansión en un espacio más gral- 136 son las cuatro razones por las cuales la cosa exis. te y es lo que €s. | | . Aristóteles identifica generalmente la causa for. mal con la final. Esto significa que el fin o Pro. —pósito por el que una Cosa existe es el de realizar su forma de un modo tan períecto como sea pogi. ble, el de ser un ejemplar de hombre, caballo, á, bol, mesa, etcétera, tan excelente como las congj. ' ciones lo permitan. En el caso de los objetos pa. turales (en tanto se los distingue de los manufac. turados), también la causa eficiente es en un sen. tido idéntica a la formal y a la final, puesto que el principio que engendra una planta o un anima] es normalmente otro individuo de la misma especie —la generación espontánea (véase pág. 162) cons. tituye una curiosa excepción a esta. regla— y que en individuos de la misma especie la forma, aun- que numéricamente distinta, es idéntica en todos los demás aspectos. o | Para Aristóteles la causa final es, en cierto mo. do, la más importante e interesante de todas, y ello porque, a semejanza de Platón, se manifiesta. co- mo un perfecto teleologista y piensa que todas las cosas existen para un fin, y un fin bueno, prinei- pio que él aplica decididamente todo. a lo largo de su biología, procurando mostrar el objeto de ca- da órgano y cada rasgo característico de los ani- males que estudia. Para Aristóteles, sin embargo, a diferencia de Platón, la finalidad de las cosas es inmanente, está dentro de ellas, aun cuando, como hemos de ver, se dirige en último término hacia un fin trascendente. Es un impulso natural lo que mueve toda cosa a intentar la realización de su forma del modo más perfecto posible, imi- tando así la perfección divina, y a ocupar su lugar en el ordenamiento universal. Pero para Aristóte- les este impulso natural e interior hacia la perfec- ción y el orden es tan solo un presupuesto y ja- más parece considerarlo como si necesariamente de- biera entrañar una inteligencia directiva ni como 138 | | Ñ si apuntara a una perfección últi odo, jamás intenta dar explicació ca de por qué el universo posee rechazado por excesivamente míti platónica de una Inteligencia gobe dora, sin reemplazarla con otra, e gu muy poco satisfactoria concepción de un impul- so o tendencia natural e inconsciente hacia la per- fección y el orden, Ein este punto se coloca mu por debajo del nivel intelectual de Platón y se aproxima al de los filósofos ingleses del siglo XIX Otra debilidad de la teleología aristotélica está en que toma de Platón la concepción del hecho bruto o necesidad material, la frustración o limitación de la finalidad ordenada del universo por obra del material terco y a veces refractario sobre el que . debe actuar. De esta manera explica, por ejemplo, los nacimientos monstruosos. Pero si la materia, según su propia filosofía, es una potencialidad pu- ramente pasiva de llegar a ser y la forma perte- nece por entero al dominio de la finalidad, ¿cómo es posible que hasta la materia formada muestre esa suerte de ciega y brutal terquedad? La idea de necesidad material aparece, en su sistema, co- mo una suerte de mal digerido residuo de la cos- mología platónica. | Aristóteles no es un determinista acabado, aun cuando, si nos atenemos a la lógica de su sistema, parecería que debiera serlo. Sin embargo, se mues- tra muy afanoso por dar cabida a la libre volun- tad humana, y por eso insiste en que los aconte- cimientos futuros no están completamente determi- nados, en que hay una real posibilidad indetermi- nada de que ocurra una u otra de dos alternati- vas futuras y en que existe una clase muy exten- sa de sucesos que no se hallan limitados por la estricta necesidad de la sucesión cíclica (la cual rige, por ejemplo, la generación o los movimientos de los cuerpos celestes) y que, por lo tanto, ocu- rren no de un modo necesario sino solo normal- 139 un orden. Había ca la concepción Omo no fuera con A A 1a decadencia, del nacimiento y muerte de las sus. jancias individuales. Lo único eterno e inmutable op ella es la persistencia de las especies, de las que hay un número £ijo y limitado. Todas las co. sas que contiene están formadas por los cuatro elementos, las primeras formas que recibe la mate- mija: tierra, agua, fuego y aire, cada uno de los cuales se mueve naturalmente en línea recta, los dos primeros hacia abajo, en dirección al centro, Jos dos últimos hacia arriba, en dirección a la pe- riferia. El movimiento excéntrico del sol en la eclíptica es lo que les impide estar siempre entera- mente separados, en sus lugares naturales, y tor- nar así imposible la existencia de las sustancias individuales. Este movimiento oblicuo del sol, que en regular sucesión lo aproxima y lo aleja de la tierra, constituye la causa eficiente última de to- do nacimiento y toda muerte de las sustancias in- dividuales, por obra del aumento y disminución del calor que él ocasiona, puesto que para Aris- tóteles el calor es el factor más esencial de la ge- neración. Así, pues, el sol representa la causa su- prema en la ordenada jerarquía de causas que ac- túan para producir la infinita sucesión de genera- ciones y corrupciones de individuos que compone la vida del mundo sublunar. Pero está muy lejos de ser la causa suprema del universo. La causa de su movimiento se encuentra en la gigantesca maquinaria de las esferas celestes. Dentro de los propósitos de este libro no cabe decir nada que pretenda ser una exposición acaba- da acerca de este tema, mas algo deberemos de- cir sobre él, si queremos comprender la imagen que del universo tenía la mayor parte de los hom- bres desde la época de Aristóteles hasta mucho después de Copérnico. Para Aristóteles, lo mismo que para Platón, la esfera es la más perfecta de las figuras y la rotación de una esfera es el más perfecto de los movimientos, como que es un movimiento com- Bleto en sí mismo y no se halla dirigido hacia una | 141 «tuada fuera de él, como ocurre con ó vimiento rectilíneo. Por eso, para él como pa Mo. tón, el universo es una esfera dentro de 1, ire celestes. Sin emba - Cua] giran los cuerpos 180, el « ma de las esferas celestes no proviene directamer +> de Platón, sino de las observaciones de los a des astrónomos contemporáneos Eudoxo y Calipo Por obra de una brillante muestra de ingenio e temático, éstos habían logrado explicar los Movi. mientos observados y aparentemente irregulares del sol, la luna y los planetas como movimiento, compuestos, formados por las rotaciones regulares de varias series de esferas concéntricas que giran a velocidades distintas y en direcciones también distintas, cada una Con Sus polos fijados en la yy. perficie de la esfera mayor que está inmediata. mente por fuera de ella. Sobre la. base de esos cálculos, Aristóteles edificó una explicación mecáni. ca sumamente elaborada para los movimientos oh. ¿ servados de todos los cuerpos celestes, según la 3 cual supone que éstos son llevados circularmente * por un juego de esferas concéntricas en contacto que se mueven en direcciones diferentes y a veloci. dades variables. Esas esferas son de índole mate- rial y están hechas de una misteriosa sustancia translúcida, brillante e incorruptible, dotada de la capacidad de no experimentar cambio (en el sentido ¡ de que nosotros damos al término) o crecimiento al- +; guno, sino tan solo de estar animada por un movi- ; miento de rotación: el éter, quintaesencia o quinto . ! elemento. Es preciso que las esferas se hallen en contacto, porque en el universo de Aristóteles no existe el vacío, y también para que puedan comu- nicarse entre sí el movimiento, pues Aristóteles sos- tiene que el movimiento solo puede ser transmitido por contacto entre el motor y lo que es movido. Con el objeto de proporcionar una explicación mecá- nica satisfactoria de los movimientos observados que estuviera en consonancia con esas ideas, Aristó- teles consideró necesario suponer la existencia de 149 Pd a O a Ars a ab PEE tas en acción por tal principio inmanente (aun cuando no causa de sí mismo) de movimiento o cambio deben ser estudiadas por la filosofía de ]a naturaleza o física. Solo cuando preguntamos: ¿hay algún principio último del movimiento o cambio?, ¿qué es lo que hace que las esferas giren?, solo en. tonces entramos en el ámbito de la teología o filoso. fía primera.