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Tradicionalmente, el estudio del sistema nervioso se ha realizado por investigadores que trabajaban de forma relativamente independiente en diferentes disciplinas biomédicas ya establecidas, como la Anatomía, la Fisiología, la Psiquiatría, la Psicología, la Bioquímica, o la Biología molecular, entre otras. Sin embargo, a finales de la década de los cincuenta y principios de los años 60 surge la Neurociencia, o Neurobiología (Shepherd, 1985) como una disciplina de carácter superior que permitía l
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Tradicionalmente, el estudio del sistema nervioso se ha realizado por investigadores que trabajaban de forma relativamente independiente en diferentes disciplinas biomédicas ya establecidas, como la Anatomía, la Fisiología, la Psiquiatría, la Psicología, la Bioquímica, o la Biología molecular, entre otras. Sin embargo, a finales de la década de los cincuenta y principios de los años 60 surge la Neurociencia, o Neurobiología (Shepherd, 1985) como una disciplina de carácter superior que permitía la confluencia e interdisciplinariedad, de forma que todas estas áreas implicadas en el estudio del cerebro comenzaron a trabajar de forma coordinada, integrando su metodología, objetivos y conceptos (Blakemore, 1986; Cohen, 1986). De esta forma, la Neurociencia surge con el objetivo de comprender el funcionamiento y la estructura del sistema nervioso desde distintas aproximaciones, mediante metodologías y técnicas diversas para abordarlo desde una perspectiva científica.
Este hecho supuso la creación de organizaciones y sociedades profesionales para investigadores procedentes de distintos ámbitos, constituyéndose en 1961 la Internacional Brain Research Organization (IBRO), en la que se agrupaban los investigadores relacionados con el estudio del sistema nervioso pero manteniendo las fronteras y filiaciones académicas de procedencia, de manera que cada campo específico de estudio – neurofisiología, neuroquímica, neuroanatomía, etc.- se consolidaría y expandiría endógenamente (Avendaño, 2002). Ocho años después, en 1969, se constituyó la Society for Neuroscience (EE.UU., Canadá y Méjico), para integrar a todos los investigadores sobre el sistema nervioso en una misma organización intentando diluir las fronteras entre las disciplinas tradicionales (Cohen, 1986). En Europa, se constituyó la European Brain and Behaviour Society (EBBS), al tiempo que se creaba el European Programme in Brain and Behavior Research (ETP-BBR), que contribuyeron decisivamente al intercambio internacional y la interdisciplinaridad de la investigación sobre el sistema nervioso y la conducta. Poco después, en 1975, se constituía la European Neuroscience Association (ENA), con un objetivo semejante, y sus análogas en Japón o Australia. Se constituyeron también numerosas sociedades nacionales de Neurociencia. En España, el lugar de encuentro entre investigadores del cerebro es la Sociedad Española de Neurociencia , creada en 1985 con el objetivo de que la Neurociencia ocupe un lugar prioritario en los programas de investigación de nuestro país (véase, por ejemplo, el “Manifiesto de la Neurociencia” publicado en Mundo Científico en 1996, y comentado por Bravo, 1999).
Estas nuevas organizaciones y sociedades al amparo de un común denominador, el estudio del sistema nervioso, llevaron a un incremento de la interdisciplinariedad, lo que a su vez ha supuesto una comunidad de objetivos y métodos con independencia de la procedencia de las disciplinas (Biología, Medicina y Psicología) que participen (Cohen, 1986).
Los psicobiólogos tuvieron una participación activa en este movimiento integrador. Diversas organizaciones, la Society for Neuroscience en Estados Unidos, la EBBS y la ENA en Europa, contaron desde sus inicios con la participación de investigadores procedentes de la Psicobiología, o en sus inicios, la Psicología Fisiológica (Cohen, 1986; Creutzfeldt, 1978; Davis et al., 1988; Shuttlesworth et al., 1984; Sutherland, 1979; Thompson, 1994). En España las cosas no fueron distintas, así la SENC contó, desde sus primeros pasos, con la participación activa de los psicobiólogos del país y con la representación de estos en los órganos de dirección (Segovia y Guillamón, 1991; Guía de la Sociedad Española de Neurociencia, 1991). De hecho, la Psicobiología es una parte integral, y en continuo crecimiento, de la Neurociencia (Davis et al., 1988) influyendo y configurando lo que hoy se entiende por Neurociencia proporcionando un marco general de referencia y un objetivo globalizador al dar suma importancia a la necesidad de integrar los conocimientos y procedimientos procedentes de diferentes disciplinas en una explicación de la conducta en términos neurales.
Este marco de acercamiento e integración frente a la diversidad de las disciplinas propició un avance en el conocimiento del sistema neuroendocrino generando vías para la interacción entre las disciplinas (Singer, 1994), al tiempo que se desarrollaban múltiples técnicas procedentes de diferentes campos en un contexto unitario (Cohen, 1986; Creutzfeldt, 1978; Kandel, 1982; Swanson, 1995).
Sin embargo, esta confluencia integradora ha traído consigo un problema de delimitación conceptual, planteando cierta confusión entre lo que se entiende por Psicobiología y la definición de Neurociencia, que ha supuesto un solapamiento entre los objetivos fundamentales de la Neurociencia y aquellos que son propios y característicos de la Psicobiología. En este sentido, mientras que para autores como Kandel et al., (1996) o Bear et al., (2001) es la Neurociencia la que investiga las bases biológicas del comportamiento, existen otro tipo de denominaciones poco clarificadoras con las que se identifica a la Psicobiología. Algunos ejemplos serían, Neurociencia Conductual (Thompson, 1977), Biopsicología (Pinel, 2001), Psicología Biológica (Kalat, 1992; Rosenzweight et al., 2001), etc., lo que ha hecho aumentar, más si cabe, la confusión terminológica y conceptual.
Por otra parte, en los aspectos tratados hasta este momento, se puede entrever la singularidad de la Psicobiología, frente a otras disciplinas psicológicas que no manifiestan un especial interés en el estudio de las bases biológicas del comportamiento. Además, existen también características, en la acepción del término comportamiento desde el punto de vista psicobiológico, que suponen una delimitación entre la Psicología y otras disciplinas biológicas y biomédicas, como la Neurofisiología, la Neuroquímica, la Neurofarmacología, la Neuroanatomía, la Neuroendocrinología, etc., en las que como se puede apreciar el objetivo prioritario no es necesariamente explicar el comportamiento, sino estudiar el sistema nervioso en sí mismo.
Sin embargo, si consideramos a la Psicobiología en su sentido amplio, interesándose por el estudio de las bases biológicas del comportamiento, es decir, no solo de sus bases neuroendocrinas, sino también por sus determinantes genéticos, evolutivos, o ecológicos, tal vez sería más correcto decir que es la Neurociencia la que forma parte de la Psicobiología (Hall y Oppenheim, 1987; Fernández Montraveta y Ortega, 1993; Segovia y Guillamón, 1991). De hecho, cuando se plantea que el mayor desafío de la Neurociencia es entender las bases biológicas de la conciencia y los procesos mentales, no se añade nada que quede fuera del ámbito de la Psicobiología (Caminero, 1998), por el contrario, lo que se hace es enfatizar el papel central de la Psicobiología en la Neurociencia actual (véase, por ejemplo, Davis et al., 1988).
Véase Cowan et al., 2000 para una revisión de los factores que llevaron a la convergencia de distintos campos de estudio sobre el cerebro en una única disciplina común, la Neurociencia.
O en palabras de Sánchez-Andrés “aparece la Neurociencia, como disciplina unificadora, de carácter interdisciplinar que intenta englobar el conocimiento del sistema nervioso y sus manifestaciones prescindiendo de barreras instrumentales o académicas” (Sánchez-Andrés, 2001, p. 35).
Esta variedad de perspectivas implica que en ocasiones se haga referencia al término Neurociencias en plural, ya que integraría diversas neurociencias (molecular, celular, conductual o cognitiva), diferentes entre sí por el nivel de análisis utilizado para abordar el estudio del sistema nervioso. En esta misma línea, también suele distinguirse entre la Neurociencia clínica y la Neurociencia experimental, diferentes por el carácter básico o aplicado de las disciplinas que las conforman (Bear et al., 2001).
Así para Kandel “la tarea de la Neurociencia es aportar explicaciones de la conducta en términos de actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas células están influidas por el medio ambiente incluyendo la conducta de otros individuos” (Kandel et al., 1996, p. 5-6). En el mismo sentido, Milner y White afirmaban que “the basic tenet of physiological psychology is that behavior is organized and controled by the brain ; the central question we seek to answer is how does the brain accomplish this control and organization” (Milner y White, 1987, p. 5).
Kandel et al., (1996) consideran que el propósito de la Neurociencia es entender cómo el encéfalo produce la marcada individualidad de la acción humana, y aportar explicaciones de la conducta en términos de actividades del sistema nervioso central. En la misma línea, Rugg (1997) afirma que la Neurociencia (en especial su rama cognitiva) pretende comprender cómo las funciones cognitivas y sus manifestaciones en la conducta y la experiencia subjetiva emergen a partir de la actividad del cerebro.