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Este texto discute sobre la importancia de la interconexión entre países y culturas en el establecimiento de nuevas formas de vivir, la influencia de las nuevas tecnologías en la transformación del mundo y la necesidad de una educación permanente. Además, se aborda el cambio en los métodos y finalidades de la educación en relación con la sociedad del conocimiento.
Tipo: Resúmenes
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1.1.1 Racionalidad, espiritualidad y sensatez en el ser humano Viendo el platonismo el alma como lo más importante del hombre, deriva fácilmente de aquél la doctrina del deseo y del método de realizar una liberación del cuerpo: en esto se especializó el neoplatonismo, el cual pudo ser ampliamente aprovechado por el cristianismo y, a través de Hugo de San Víctor, inspirar toda una mística de altos vuelos, que predica un desasimiento y mortificación de la materia, considerada como negativa y como cárcel del alma. Asoma en esto la esperanza de una vida futura, en que el alma volverá por fin a su verdadera morada. En Fedón, dice Cebes: "Antes de nacer nosotros existía nuestra alma, pero es preciso añadir la demostración de que una vez que hayamos muerto existirá igualmente igual que antes de nuestro nacimiento, si es que la demostración ha de quedar completa' (p. 625). Y Sócrates, condenado a morir, dice a sus discípulos que tiene la esperanza de llegar junto a hombres que son buenos y de que hay algo reservado a los muertos mucho mejor para los buenos que para los malos. La inmortalidad del alma la demuestra Platón basándose en el movimiento. Se funda en el supuesto de que lo que se mueve a sí mismo jamás deja de moverse (aparte de ser principio del movimiento de las demás cosas); si dejara de moverse (es decir, si pereciera), no sería ya un auténtico principio. La muerte, pues, es vista como liberación, como "salvación" del alma. Una ventaja del dualismo antropológico (distinción, en la persona, de un elemento animal y de un elemento espiritual, ambos con sus respectivas tendencias y exigencias) es el planteamiento de la vida moral, la cual, partiendo de que los valores espirituales son superiores a los materiales, prescribe la subordinación de estos últimos a los primeros, y el sacrificio de los mismos en caso de ser incompatibles con aquéllos. Y, dado que los apetitos sensitivos son apremiantes para la persona, le queda planteado a ésta el problema moral en toda su crudeza. En la solución del mismo Platón tiene una doctrina muy clara a favor de los valores del espíritu. En Fedro (pp. 868y ss.) describe esta situación con una famosa imagen. Dice que el alma consta de dos partes y tres elementos: una parte espiritual (alma racional) y una parte sensitiva (alma animal). El alma racional tiene forma de auriga. El alma sensitiva se compone de dos elementos: el apetito irascible y el apetito concupiscible (figura 1.1). Ambos tienen forma de caballo. El primero es un caballo blanco y de figura esbelta, siendo "amante de la opinión verdadera y, sin necesidad de golpes, se deja conducir por una orden simplemente o por una palabra". El otro, en cambio, es negro y feo, de forma achatada, "de orejas peludas, sordo y obedece a duras penas a un látigo con pinchos". Estos caballos personifican las pasiones del alma (sus dos tipos), y gobernándolos está el auriga (la razón), el cual, en su misión de hacer avanzar el carro, estimula al caballo blanco llevándolo por el buen camino, mientras que vigila los movimientos del caballo negro y los reprime, evitando así que se desboque y haga que el carro se tumbe. El auriga, evidentemente, es la voluntad del hombre moral, que cuida su conducta ética, en la cual el caballo blanco se siente "de grado", mientras que el otro lo hace "muy a su pesar".
1.1.2 Idea de un hombre racional en Platón La norma que mejor puede guiar el comportamiento de los hombres en la vida es el amor, que les hará sentir la vergüenza ante la deshonra y el deseo de honor, pues sin estos sentimientos es imposible que ninguna ciudad ni ningún ciudadano lleven a cabo obras grandes y bellas. Esta exaltación del amor es otra de las notas distintivas de Platón, como muy bien descubrieron los renacentistas, dando lugar a aquella actitud que en la historia de la cultura es conocida con el nombre de "amor platónico". La vida moral tiene como "media" la virtud, entendida ésta como hábito moral. Platón es un clásico del tratado de las virtudes, no sólo porque hizo famoso el La norma que mejor puede guiar el comportamiento de los hombres en la vida es el amor, que les hará sentir la vergüenza ante la deshonra y el deseo de honor, pues sin estos sentimientos es imposible que ninguna ciudad ni ningún ciudadano lleven a cabo obras grandes y bellas. Esta exaltación del amor es otra de las notas distintivas de Platón, como muy bien descubrieron los renacentistas, dando lugar a aquella actitud que en la historia de la cultura es conocida con el nombre de "amor platónico". La vida moral tiene como "medio" la virtud, entendida ésta como hábito moral. Platón es un clásico del tratado de las virtudes, no sólo porque hizo famoso el concepto de las cuatro virtudes cardinales, sino también por el elogio que hace de la virtud y por indicar la necesidad de practicarla mediante una ascesis, o disposición real y habitual a la lucha moral. Ahora bien, concepto de las cuatro virtudes cardinales, sino también por el elogio que hace de la virtud y por indicar la necesidad de practicarla mediante una ascesis, o disposición real y habitual a la lucha moral. Ahora bien, habida cuenta de la tendencia platónica -ya indicada - a sacrificar el cuerpo al espíritu, la ascesis equivale a desasimiento de todo lo sensible en favor de una interiorización espiritual del hombre. Platón completa su doctrina moral con lo que tradicionalmente, en Ética, llamamos la "sanción" de la ley moral, la cual constituye un poderoso estímulo para mover al hombre al cumplimiento de la misma. En este sentido se dice en Fedro (p. 866) que "el hombre que haya llevado una vida justa obtiene después, en recompensa, una vida mejor; y el que haya llevado una vida injusta, un destino peor". Porque las personas "cuando han terminado la primera existencia se enfrentan con un juicio y, una vez juzgadas, unas van a las prisiones que están debajo de la tierra a cumplir su condena, y otras, aligeradas por la sentencia, a algún lugar del cielo donde llevan una vida digna de la que vivieron en forma humana'.
"liberar" al cristiano para obtener al hombre razonable, al hombre sensato. Solamente que, en su crítica, fue sin duda demasiado lejos, cayendo también en la arbitrariedad, no sabiendo ver que la religión no ha de ser "racional', como pensaba él, sino únicamente "razonable", debiendo dejarle un margen de vivencia emocional que es connatural al hecho religioso y que, normalmente, se expresa en la adhesión a la confesión religiosa de una Iglesia. Voltaire no tuvo el sentido realista de una religión positiva y su crítica resulta demoledora. Pero en la misma se aprecia el deseo de luchar contra ciertas estupideces humanas, y propone una idea de hombre liberado de las mismas que, cuando esto se logra debidamente, tiene interés humano. Por poner un ejemplo, al establecer su credo (Voltaire, 1967: 154), proclama que "el extirpar el linaje de los monjes es hacer el mejor servicio a la humanidad y a ellos mismos", con lo cual se prescinde de un modo simplista de todo lo bueno que este colectivo ha hecho y hace por la humanidad. Mas, por otro lado, se muestra partidario del matrimonio del clero, adelantándose a una propuesta que aún en ambientes ortodoxos actualmente a veces se deja oír y que muchos tratan de justificar con las mismas razones que en su tiempo aducía Voltaire (1967: 154) con estas palabras: "Creo que todos los curas que regentan una parroquia han de estar casados, no sólo para tener una mujer honesta que cuide de su casa, sino también para tener mejores ciudadanos, dar buenos sujetos al Estado y para tener muchos hijos bien educados". También clama por liberar la moral del control exclusivo que sobre ella trata de hacer la religión; Voltaire, en efecto, se da cuenta -y así parece ser (c £ Quintana, 1995: 193 y ss.)- de que la moral no es específicamente cosa de la religión, sino de la razón, y dice - siempre con su ironía picante - que en cuestiones morales los credos religiosos han llegado tarde, porque "la virtud es cosa de toda la eternidad" (1967: 153). Nos parece, pues, que hay mucho aprovechable en el mensaje de Voltaire y, sobre todo, ese deseo de establecer una vida humana, tanto individual como social, llena de sentido común y del cultivo de unos valores auténticos y positivos, limpiados del hollín y el polvo con que los ha ido ensuciando el paso del tiempo y de la historia humana. Lo veremos a través de unos cuantos puntos. 1.2 Fundamentos filosóficos científicos Sociedad del conocimiento La sociedad de este tercer milenio que acabamos de comenzar presenta, como es lógico, unas características específicas que la definen y que presentan notables diferencias entre unos países y otros, y entre unos grupos sociales y otros. A la vez, estamos asistiendo a una homogeneización cada vez mayor de las culturas, de los pueblos. Las diferencias son cada vez menores, precisamente por la irrupción de las nuevas tecnologías que han roto todo tipo de fronteras, con todo lo que esto conlleva de positivo y de negativo dentro de un claro proceso de globalización. Ésta la entendemos como "el establecimiento de interconexiones entre países o partes del mundo, intercambiándose las formas de vivir sus gentes, lo que éstas piensan y hacen, generándose interdependencias en la economía, la defensa, la política, la cultura, la ciencia, la tecnología, las comunicaciones, los hábitos de vida, las formas de expresión, etc." (Gimeno Sacristán, 2001: 76). En un primer acercamiento a este tema, valoramos la incidencia de este proceso globalizador, aunque no podemos perder de vista que resulta muy desigual entre los diferentes sectores de población. A la hora de analizar el proceso globalizador, se destaca que (Gimeno Sacristán, 2001): •Se desarrolla en facetas diversas con diferentes dinámicas. •Esos procesos se deben analizar de acuerdo a la amplitud, la profundidad y la intensidad de su impacto.
•La globalización no es igual en las diferentes regiones del planeta. •No estamos ante un proceso lineal, ni con una meta previamente fijada. •Afecta por desigual a _cada individuo. Resulta evidente que ninguno de estos rasgos explica por sí mismo ni define la nueva configuración social, sino que ésta se debe a la constante interdependencia de todos y cada uno ellos. Conforman un complejo entramado, por lo que cada uno incide y reclama a los otros, insistiendo en que la complejidad constituye uno de los rasgos más evidentes de este panorama (Cebrián, 1998). Complejidad que está incidiendo en unos cambios importantes en cuanto a (Pérez Serrano, 1994): •Las estructuras mentales. •Las actitudes y valores. •Las formas de vida, comportamientos... En este punto, debemos reconocer que la introducción e incorporación de las nuevas tecnologías en todos los órdenes de nuestra convivencia han sido decisivas para determinar y transformar el mundo en el que vivimos. Ha cambiado el medio al posibilitar otros modos de trabajar, de relacionarnos, etc. Estas tecnologías han abierto nuevos canales de comunicación (teléfono, televisión, Internet, correo electrónico...), además de romper las coordenadas tradicionales de espacio y tiempo donde necesariamente se asienta toda relación humana. A partir de las propuestas telemáticas, el modo de acceder al conocimiento, a la información, cambia radicalmente. No se trata de un avance cuantitativo, sino cualitativo al modificar el acceso y la construcción del saber. Se ha facilitado la posibilidad de almacenar, transmitir y reelaborar datos e informaciones que están ya a disposición de todos en cualquier momento y desde cualquier lugar. De esta forma, el conocimiento y la información cobran una importancia radical como variables de la generación y distribución del poder en la sociedad. "Si bien el conocimiento siempre fue una fuente de poder, ahora será su fuente principal, lo cual tiene efectos importantes sobre la dinámica interna de la sociedad" (Tedesco, 1998: 1). Ahora bien, también habrá marginados en este nuevo orden social. Estos nuevos excluidos serán los que no tengan acceso al conocimiento, bien porque no tengan acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), bien por que no sepan manejarlas. Sin duda el mundo del mañana estará dividido entre los que saben y los que no saben. El trabajo con objetos materiales está siendo sustituido en una gran proporción con trabajos que se fundamentan en el uso de la información, en saber transformar la información del saber, por lo que la nueva fuente de riqueza de cada sociedad no serán los recursos naturales que posea, sino su capital humano, que es capaz de generar todo ese nuevo potencial socioeconómico. Ahora bien, cada vez los conocimientos resultan obsoletos de forma más rápida. Si hace unas décadas éstos tenían una vigencia de más de diez años, ahora este ciclo de actualidad se ha reducido tremendamente, siendo éste uno de los aspectos más negativos de esta nueva cultura tecnológica. Inicialmente debemos reconocer la potente influencia democratizadora que ofrecen estas nuevas tecnologías (Tedesco, 1998) al facilitar a todos el acceso a la información. Estamos ante un bien que no se desgasta, sino que, al contrario, cuanto más se difunde y se consume, produce más. Sin embargo, se está comprobando que, en vez de lograr esos objetivos democratizadores entre toda la población, las desigualdades han aumentado precisamente entre los que tienen las herramientas para acceder al saber
profesionales, etc., asentados sobre una sólida base de cultura general (Comisión de las Comunidades Europeas, 1995). Entramos plenamente en una sociedad del aprendizaje, en la que las personas, una vez adiestradas en el uso de las nuevas tecnologías, no se limitan a recibir de forma pasiva la información, sino que aprenden los recursos necesarios para interpretarla con criterio, y a compartirla enriqueciéndola (Carrascosa, 2000). En ella lo importante no es la tecnología, que es un mero soporte, sino el logro del saber. Por otro lado, hoy día, los ciclos de renovación del conocimiento se producen en un periodo temporal muy inferior a la vida de las personas, por lo que ya no es posible esperar a renovar las conocimientos de acuerdo a la consolidación de una nueva generación, sino que se debe facilitar esa actualización de los conocimientos en cada momento (Majó, 2000). Las propuestas educativas tienen que saber adelantarse y proporcionar los recursos necesarios para afrontar la constante evolución técnica, económica y social. A la vez que el objeto de la educación ya no estará dirigido a la transmisión de conocimientos, sino a la consolidación de destrezas y de habilidades que aporten a cada persona los medios necesarios para acceder a la información que necesitan para transformarla en conocimiento, para crear e innovar, de tal forma que sea capaz de anticiparse a los acontecimientos. Es decir, se impone la necesidad de una educación a lo largo de toda la vida para poder y saber atender a la constante evolución que se produce en todos los ámbitos de trabajo y convivencia. No se trata de enseñar conocimientos, sino estrategias de aprendizaje, actitudes para afrontar la convivencia. Lógicamente, tras este planteamiento, comprobamos la necesidad de la educación para facilitar el acceso a la sociedad del conocimiento. Sin esta formación estamos discriminando a sectores de la población, negándoles el acceso a la sociedad del mañana, cuando la posición de cada uno en el espacio del saber será decisivo para su futuro. No es cuestión de elección o de opción el acceder al mundo del conocimiento, sino una necesidad, un derecho. De aquí la justificación de la igualdad de oportunidades. "En un mundo donde la información y los conocimientos se acumulan y circulan a través de medios tecnológicos cada vez más sofisticados y poderosos, el papel de la escuela debe ser definido por su capacidad para preparar para el uso consciente, crítico, activo, de los aparatos que acumulan la información y el conocimiento" (Tedesco, 1998: 16). Alfabetizar ya no será sólo enseñar a leer y a escribir, sino también a utilizar los medios técnicos, a leer en otros soportes, a comunicarnos en otros ámbitos... (Echeverría, 1999). 1.2.1 Influencias tecnológicas del conocimiento Nadie pone en duda que la consolidación de la tecnología de la información y de la comunicación ha provocado cambios radicales en todos los órdenes sociales: el trabajo, las relaciones humanas, la diversión... Estas innovaciones han afectado de igual modo a la educación, provocando en ella transformaciones radicales en su modo de entenderla y desarrollarla. Consecuentemente, es preciso romper el aislamiento de la escuela, y "en este sentido, parece ser que una de las pistas más prometedoras de trabajo para la escuela es la que tiene que ver justamente con su relación respecto a la `convivialidad', las relaciones cara a cara, la posibilidad de ofrecer un diálogo directo, un intercambio con personas reales donde los instrumentos técnicos sean lo que son: instrumentos, y no fines en sí mismos" (Tedesco, 2000: 86).
Todas estas nuevas tecnologías de la información y la comunicación presentan unas características que condicionan toda propuesta educativa. Nos referimos en concreto a que (Arbués y Tarín, 2000): •Son tecnologías para actuar sobre la información. •Presentan una alta capacidad para penetrar en todos los ámbitos de la actividad humana. •Interconexionan tanto ámbitos de información como de relación humana. La interconexión es una de sus principales características. •La flexibilidad es otra de sus propiedades básicas de operación. •Presentan una tendencia creciente a formar sistemas integrados. Aunque la enseñanza, tal como está actualmente diseñada, no responde a las demandas de la nueva sociedad del conocimiento, el problema no radica en los contenidos que se quieren transmitir a través de ella, sino en las destrezas, en las herramientas que es capaz de desarrollar, junto con la idea de que la educación necesariamente debe ser un proceso permanente. Además de que "la profundidad del proceso de cambio social que tiene lugar actualmente nos obliga a reformular las preguntas básicas sobre los fines de la educación, sobre quiénes asumen la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones y sobre qué legado cultural, qué valores, qué concepción del hombre y la sociedad deseamos transmitir" (Tedesco, 1995: 25). Ante esta realidad, el primer cambio que exige la sociedad del conocimiento es el planteamiento de que la educación es una realidad presente en la persona a lo largo de toda la vida. No es algo que se pueda identificar como propio de una etapa vital, sino un desarrollo necesario que debe llevarse a cabo en los diferentes estadios vitales, ya sea en ámbitos formales, no formales o informales. "Lo importante es formar personas preparadas para poder aprender continuamente, pero tan importante como tener la capacidad de aprender es la actitud de desaprender, es decir, la aceptación de la caducidad de los propios conocimientos y la aceptación del cambio necesario" (Majó, 2000: 79). Es decir, la adquisición de esas actitudes y destrezas esenciales para aplicar los conocimientos necesarios en cada momento, dirigidos al logro del pleno desarrollo de cada persona en cada uno de los roles que desempeña a lo largo de su existencia en una idea de reeducación constante, no de reciclaje, tal como se ha venido entendiendo hasta hoy. Además de que la institución escolar ya no es el único centro de información y formación, por lo que deberá planificar su actividad en relación e interacción con los otros espacios y agentes del saber en una concepción integradora dirigida hacia el logro de una sociedad educadora.
propio profesorado que deberá ir por delante en esta tarea. Se trata de "revisar el nivel de presencia del alumnado en los centros, redimensionar los espacios y recursos necesarios, redefinir la funcion docente y la forma que deberán adoptar los materiales y los métodos didácticos y, sobre todo, repensar los currículos que se están ofreciendo a los estudiantes" (Monereo y Pozo, 2001: 52). La sociedad del mañana nos exigirá tareas que implican iniciativa, autonomía, adaptación y responsabilidad, a la vez que nos reclama que seamos capaces de: •Aprender a aprender y a desarrollar una curiosidad y deseo permanente de aprender, para enriquecer la vida en todos sus aspectos. •Anticipar y resolver problemas nuevos, ideando soluciones alternativas. •Localizar información pertinente y transformarla en conocimiento. •Relacionar las enseñanzas con la realidad. •Pensar de forma interdisciplinaria e integradora, para poder percibir todas las dimensiones de los problemas y/o situaciones (Diez Hochleitner). Toda cultura dará al ciudadano los medios para encontrar su lugar en la sociedad de la información, para ser capaz de situar y comprender, de manera crítica, las imágenes y los datos que le llegan desde las múltiples fuentes que le rodean (Comisión de las Comunidades Europeas, 1995). Y esta tarea es ineludible para la escuela, simplemente porque todo empieza en ella. Es en ella donde la sociedad cognitiva debe tener sus raíces y donde se fragua la posibilidad de un mundo más humano, ya que "sigue siendo el instrumento irreemplazable del desarrollo personal y de la integración social de cada individuo" (Comisión de las Comunidades Europeas, 1995: 27). Ahora bien, la cuestión no se centra tanto en qué conocimientos debemos transmitir y cuáles no, cuáles son imprescindibles y cuáles secundarios; aparte de que esta discusión ha sido una constante en el mundo de la educación de muy dificil solución. Nadie duda de que se necesitan datos, de la importancia de profundizar en diferentes campos del saber, pero aún más importante es enseñar destrezas, procedimientos, habilidades para acceder al mundo de la información, generando así un auténtico conocimiento personal. Es decir, la cuestión no está en saber muchas cosas, sino en saber acceder a la información necesaria, seleccionarla e interrelacionarla con lo que ya conocemos, cuestión que está consolidando esa nueva cultura del aprendizaje. La clave de este logro está en el proceso, no tanto en los conceptos, hechos o principios que se quieran transmitir. "La misión fundamental de la educación es ayudar a cada individuo a desarrollar todo su potencial y a convertirse en un ser humano completo, y no en una herramienta para la economía; la adquisición de los conocimientos y competencias debe acompañarse de una educación del carácter, de una apertura cultural y de un despertar a la responsabilidad social" (Comisión de las Comunidades Europeas, 1995: 9). Por otro lado, la interdependencia, interacción e integración de los conocimientos y competencias, son tres claves de todo currículo que deberá ofrecer la escuela del mañana, ya que la salida de la situación actual hay que buscarla en prestar más atención al modo en que se construyen conocimientos; a facilitar que los escolares se entrenen en los procesos de comprensión y no en los resultados adquiridos, a que
se aprenda a utilizar todas estas nuevas tecnologías de la información al servicio de la construcción personal del saber (Delval, 1990). 1.2.2 La nueva cultura del aprendizaje Resulta evidente que el ser humano es sujeto de aprendizaje, ya que nos vamos conformando e integrando en el entorno en el que vivimos gracias a esa capacidad que todos tenemos de recibir influencias y reaccionar ante ellas configurando nuestro propio modo de entender y estar en el mundo. Sin esa posibilidad, difícilmente seríamos capaces de desarrollar nuestras aptitudes, de aportar innovaciones, ni de adaptarnos e integrarnos en el entorno natural y humano en el que vivimos. Gracias a esta posibilidad de aprendizaje, desarrollamos de forma optimizadora cada una de nuestras capacidades, a la vez que asimilamos las pautas de conducta propias de la sociedad en la que vivimos, facilitando así nuestra integración. El aprendizaje es una habilidad propia de todo ser humano. Somos seres abiertos, capaces de ir adquiriendo a lo largo de nuestra vida nuevos conocimientos, destrezas, valores hábitos a partir de los cuales vamos interpretando y actuando en el entorno en el que vivimos. La función del aprendizaje radica en esa posibilidad de interiorizar, de incorporar todos los elementos que forman parte de nuestra cultura para así formar parte de ella (Pozo, 2000), a la vez que vamos respondiendo y satisfaciendo nuestras necesidades. Todo el esfuerzo y sentido del proceso de aprendizaje está dirigido al logro de ese aprender a aprender, gracias al cual cada sujeto es capaz de continuar, con los conocimientos y procedimientos ya adquiridos, su propio proceso de desarrollo. Cobra su sentido en la medida en que se logra un aprendizaje perdurable, por lo que éste deberá estar basado (Zabalza, 2000): •En el proceso. •Principalmente en el "saber cómo". •En la enseñanza de estrategias. •En la adquisición de conocimientos de forma activa. •En la alternancia del trabajo individual con el cooperativo, en grupo... •En la flexibilización del contexto de enseñanza. Todo aprendizaje está dirigido al logro de la reorganización de las estructuras internas del alumno, es decir, gracias al nuevo conocimiento se reestructuran los conocimientos previos del individuo, ya sean saberes, destrezas o valores, generando un nuevo modo de conocer y proceder. Lógicamente el que aprende es el educando, nadie puede aprender por otro, por lo que el papel esencial del educador estriba en organizar, planificar, guiar todo el proceso, para que gracias, a su intervención, cada educando tenga todos los elementos necesarios para aprender. ¿Cómo? Creando las condiciones favorables para que se pongan en marcha los procesos de aprendizaje adecuados y favorecer las condiciones óptimas para propiciarlo (Pozo, 2000). Ahora sólo sabremos que estamos ante un aprendizaje de calidad si éste:
Esta nueva situación plantea de forma inmediata cómo alcanzar la generación de ese aprendizaje de acuerdo con las necesidades de la sociedad actual. Está claro que no podemos incidir de forma directa en el proceso interno de cada sujeto, pero sí podemos enseñar diversas habilidades, estrategias y técnicas, gracias a las cuales cada educando sea capaz de alcanzar aprendizajes básicos duraderos a la vez que sabe acceder a otros nuevos cuando lo necesite. Lo importante es formar personas preparadas para saber aprender continuamente. Pero tan importante como aprender es la actitud de desaprender, es decir, de aceptar la caducidad de los propios conocimientos y la necesidad de una formación permanente (Majó, 2000). SER CULTURAL HUMANO ¿Cultura es ir al cine, es leer un libro, es visitar un museo? Sí, desde ya. Pero cultura es mucho más que eso. Desde un enfoque antropológico, cultura es todo trabajo relacionado con el quehacer humano. Puesto en palabras más simples: Nada se logra en el ser sin trabajo. Si aspiramos a un desarrollo espiritual a pleno, debemos trabajarnos. Y así como el pintor recurre a sus herramientas artísticas (a sus óleos, a sus pinceles), nuestra labor consiste en valernos de las herramientas que nos ofrece nuestra valija cultural: el lenguaje, el decir, el hacer, el sentir y ese extenso andamiaje de virtudes que debemos desplegar en valores. LAS COSMOVISIONES CULTURALES ¿Qué entendemos por cultura? La etimología de la palabra cultura se remonta al verbo latino colere (cultivar) y encierra un triple sentido: físico (cultivar la tierra), ético (cultivarse según el ideal de la humanista clásica) y religioso (dar culto a Dios). Este triple sentido del verbo colere abarca por tanto las tres grandes líneas de despliegue de la acción humana: la razón técnica, la razón práctica y la razón teórica, respectivamente, que dan origen a las tres actividades humanas fundamentales que denominamos hacer, obrar y saber. La palabra cultura se utiliza a veces para designar un conjunto de conocimientos, formas de expresión artística, actividades, etc., que no son estrictamente necesarios para la supervivencia biológica, pero que confieren a la vida humana un toque de distinción. Son como un adorno, un pequeño lujo intelectual que alguien se puede permitir cuando sus necesidades más elementales están cubiertas. Dentro ya del campo de las ciencias humanas, se llama cultura a la situación social concreta en la que está inmerso un individuo. Se utilizaría como sinónimo de ámbito socio-cultural al que nos referimos cuando se habla, por ejemplo, de la cultura anglosajona, de culturas urbanas, etc. La cultura así entendida engloba el conjunto de conocimientos, creencias, leyes, costumbres, técnicas y representaciones simbólicas que caracteriza a un determinado grupo humano y lo distingue de los demás. La Antropología Filosófica utiliza el término cultura en un sentido más específico. Así, se dice que cultura es todo aquello que resulta de la acción humana, en cuanto diferente e irreductible a lo que resulta de los procesos embriológicos. La cultura es pues el resultado de la acción libre.
Es el conjunto de ideas ordenadas con los que cada grupo humano o cultural interpreta la totalidad del universo y actúa en él. Depende de su historia, costumbres y lenguaje. Son representaciones y creencias sobre un especial campo del universo, con las que cada pueblo realiza determinadas actividades. Ejemplos: la medicina, el derecho, la religión, etc. Como hemos visto: La cultura son los conocimientos compartidos, comportamientos, y útiles artefactos que comparte un pueblo; estas características: a.- Los definen a ellos como grupo b.- Los distinguen a ellos de otros grupos de gente (de otros pueblos). la cosmovisión es la constelación de creencias, valores y formas de proceder interiorizadas por los miembros de un grupo de personas que hacen únicos como grupo cultural. Entonces, la cosmovisión es las creencias que una persona o un grupo tiene sobre su realidad. Son un conjunto de presuposiciones o asunciones que un grupo sostiene, practica y mantiene sobre el mundo y sobre cómo funciona el mundo. Conrad Kottak lo llama: “la forma cultural que tiene de percibir, interpretar y explicar el mundo”. COSMOVISIONES DE LA ANTROPOLOGIA CULTURAL La antropología cultural, centra su estudio en el conocimiento del ser humano por medio de su cultura, es decir, costumbres, mitos, creencias, normas y valores que guían y estandarizan su comportamiento como miembro de un grupo social.
sobrecarga de estímulos en una condición positiva para su propia vida. Y al objetivar la realidad, el hombre se orienta, se aclara, ordena sus impresiones y, sobre todo, las domina Se llama cultura objetiva al mundo de los productos culturales , es decir, a la materialización u objetivación de la actividad humana que incluye instrumentos, enseres, utensilios, símbolos, códigos de valores, creencias, costumbres, instituciones, modos de comportamiento, etc. Este mundo de la cultura objetiva tiene alguna consistencia en sí mismo porque los productos culturales - artefactos, lenguaje, costumbres, etc .-, una vez creados por el hombre, gozan de un cierto grado de autonomía respecto del sujeto o grupo humano a quien deben su origen. Entendemos por cultura subjetiva , por otra parte, la asimilación o interiorización vital por parte del individuo de los objetos culturales propios del ámbito social en el que vive. En este sentido, la cultura es el cultivo del hombre, aquello gracias a lo cual se va haciendo cada vez más humano y adquiere una mayor perfección. Es, en definitiva, el resultado del ejercicio de las facultades humanas en orden al propio perfeccionamiento. La cultura subjetiva engloba así los conocimientos, destrezas y hábitos, etc. , adquiridos por la persona. La transmisión de la cultura se lleva a cabo por la enseñanza entendida en sentido amplio y no sólo la institucionalizada-, y su adquisición se corresponde con el aprendizaje, con la incorporación de la cultura a las facultades de la primera naturaleza en forma de hábitos, tanto intelectuales como volitivos, motores, alimenticios, etc. Por lo tanto, se puede considerar que la educabilidad - en cuanto necesidad de ser educado y capacidad para ello - es el correlato necesario de la condición cultural de la naturaleza humana. Y por ello, de la misma manera que la cultura es un rasgo específicamente humano, se puede considerar también la educabilidad como la categoría antropológica que describe una de las diferencias específicas que caracterizan al hombre. El cambio cultural y la educación Socialización, cultura y educación Socialización: proceso a través del cual los seres humanos aprenden e interiorizan las normas y los valores de una determinada sociedad y cultura específica. Cultura: Conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo. Educación: Formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece. La socialización es el proceso que transforma al ser humano en un ser social mediante la educación y la transmisión de cultura. La interacción entre la sociedad y el individuo es el medio por el cual se interiorizan las pautas, costumbres y valores compartidos por la mayoría de los integrantes de la comunidad. Así mismo se integra la persona en el grupo, se aprende a conducirse socialmente y se adapta el hombre a las instituciones abriéndose a los demás con lo cual se convive con otras personas y recibe un intercambio de cultura, de modo que se afirme el desarrollo personal.
No obstante, la sociedad no es sólo un conjunto de individuos unidos, sino que es conjunto de personas que comparten normas comunes, tradiciones, valores, he ideales los cuales son necesarios transmitir, generalmente a los más jóvenes. De aquí parte que la cultura se identifique frecuentemente con la sociedad, dada su mutua vinculación, pues, aunque conceptualmente sean diferentes, resulta difícil su separación en la realidad. Una sociedad es una organización de personas, un grupo humano relativamente independiente, que se perpetúa, o bien que ocupa un territorio y comparte una cultura. Mientras que la cultura es el sistema organizado de normas y valores, modos y estilos de vida, que poseen dichas personas en una región. La educación ha sido siempre la encargada de transmitir la cultura social con la finalidad de reproducirla, mantenerla y aumentarla. Además, provee a los sujetos de unas normas comunes con el fin de evitar conflictos ideológicos entre sus miembros. El producto resultante es que los miembros de una colectividad aprenden los modelos de su medio social, los asimilan y los integran en su personalidad. Es lo que denominamos socialización. Es decir, la socialización es la parte subterránea de la educación y sus efectos son los más decisivos, inconscientes o parcialmente conscientes, que reciben los individuos desde su nacimiento. El ser humano llega al mundo preocupado por sus necesidades, que al pasar el tiempo se convierte en adulto incorporando a su vida una serie de actitudes, valores, metas, propósitos, los cuales obtienen del proceso de socialización o de aprendizaje que transforma el ser humano en persona con personalidad propia. Cuando la persona llega a ser adulto ese modelo cultural lo conduce a actuar de manera inconsciente conforme a los principios fundamentales de la cultura: proceso de enculturación. Entonces la cultura no es algo “dado” que se recibe como una totalidad, de una vez y para siempre durante la educación; el individuo se apropia de la cultura progresivamente a lo largo de la vida. De allí la educación es necesaria y determinante en el hombre, pues el ser humano no tiene un programa genético que guie su comportamiento. Cambio cultural y los procesos de enculturación, aculturación e inculturación La cultura es un conjunto de valores sociales, intelectuales y religiosos que caracterizan a una sociedad. ¿Qué es un cambio cultural? Es la trasformación que afecta tanto a las instituciones sociales como a la cultura con el paso del tiempo. Las sociedades cambian, ya que autogeneran innovaciones, en forma de invenciones y de descubrimientos que trasforman la cultura y las instituciones sociales. Sin embargo, la mayor parte de las sociedades generan internamente una escasa innovación, aunque se transforman porque perfeccionan rasgos culturales que ya poseían con anterioridad.
Es está cultura escolar la que encierra un conjunto de elementos, en el cual entra lo que es el comportamiento de los alumnos en el salón de clase, ya sea que tenga un buen o mal comportamiento, es una forma de hacer cultura, las normas que a diario se dan en un grupo, ya sea de alumnos, docentes o los diferentes individuos que forman parte de la institución, a medida van trabajando se van fomentando en toda la institución, los valores esos que son inculcados en el hogar como ser el respeto, la responsabilidad, honestidad etc., tradiciones que son traídas desde mucho tiempo atrás practicadas por nuestros familiares; La política, la filosofía, creencias y los mitos que de una u otra manera representan un significado que es transmitido históricamente es decir todo lo que nuestros antepasados nos dejaron o que quizás en distintos grados, pero son transmitidos de una generación a otra incluyendo a todos los miembros de la comunidad escolar, todo eso forma parte de la cultura escolar. Para expresar la cultura de los centros escolares, también se utiliza otro concepto que es el de subcultura, el cual manifiesta que la cultura desarrollada en cada centro escolar no siempre es coherente, cohesiva, y compacta es decir que todos los individuos que forman parte del centro escolar no siempre actúan en consecuencia con sus ideas o con lo que expresan. La subcultura agrupa a varias personas ya sea de alumnos, docentes, equipo directivo, equipo de departamento, etc. las cuáles pueden tener los mismos comportamientos y creencias o tradiciones diferentes a la cultura dominante de su comunidad educativa. Un caso especial. La Juventud. Al utilizar el concepto “juventud”, “período Juvenil” o “adolescencia”, pareciera ser que todos se están refiriendo a lo mismo, sin embargo, constatamos que la categoría juvenil es muy diversa teórica y empíricamente. En el campo teórico las diferencias están marcadas por las distintas corrientes psico- sociológicas, en el campo empírico es posible distinguir diferencias según el lugar geográfico donde se viva, la época histórica, la pertenencia a un determinado sector social, las características de la cultura imperante. Es así como podemos aproximarnos a la juventud desde tres perspectivas: La juventud como categoría etaria : Esta es una perspectiva sociodemográfica y coloca el énfasis en la condición etaria, por lo que se define como jóvenes a todas aquellas personas que tiene entre 15 y 24 años. Al término de la juventud, esta masa de jóvenes deberá integrarse en el mundo adulto, mediante la obtención de un trabajo estable y la fundación de una familia la cual posibilita ocupar una posición específica en el juego de roles y estatus en la sociedad. La juventud como etapa de maduración : Esta perspectiva de análisis coloca el énfasis en los procesos ligados a los cambios fisiológicos y psicológicos que repercuten en la forma de ser joven. En este campo, se juega el gran tema de la identidad juvenil y en señalar que las áreas de la afectividad, sexualidad, social, intelectual y físico-motora son fundamentales en el desarrollo integral de los jóvenes. En el proceso de maduración, adquirir un trabajo es fundamental; esta maduración sería adquirida cuando la persona está en pleno uso de sus derechos y deberes de adulto, por lo tanto, la educación juega un rol clave en la preparación de los jóvenes; en consecuencia, los espacios donde se verifica el
proceso educativo (las escuelas) son fundamentales para garantizar esta preparación y en un sentido más largo para formar ciudadanía juvenil. Es fundamental reconocer la importancia de la cultura juvenil para el trabajo formativo en la escuela, hacerlo es al mismo tiempo reconocer que los jóvenes que entran a la escuela poseen una identidad cultural propia Este reconocimiento explícito puede aumentar la riqueza comunicativa de los intercambios al interior del espacio escolar, dicho en otras palabras: si los profesores, escuchan, aceptan y acogen la diversidad de las subculturas juveniles podrán enriquecer los procesos educativos, reconociendo y tomando en cuenta el mundo vital de los jóvenes y a partir de ahí darle sentido a los procesos pedagógicos. La juventud como subcultura : La perspectiva cultural permite comprender el fenómeno juvenil más integralmente. Esta dimensión nos permite entender a los y las jóvenes dentro de un tiempo y espacio histórico, donde el pensar y actuar son propios de un contexto determinado. Los jóvenes, desde sus vivencias y cotidianeidad, han intentado proponer a la sociedad un conjunto de hechos culturales, constatándose una generación juvenil portadora de un conjunto de formas de ver, sentir, pensar y hacer que guían su conducta y la caracteriza, diferenciándola de otros grupos sociales.
. SER CULTURAL HUMANO. La cultura se aprende a través del proceso de socialización. Existe interacción continua y circular entre cultura, sociedad y personalidad. Como elementos estructurales de la cultura podemos considerar: -Valores .Normas. -Símbolos. -Ideas y creencias. 2.3. El interculturalismo y la multiculturalidad en educación. La interculturalidad parte del respeto a las otras culturas, pero propugna el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. Propone aprender a convivir en un mundo pluralista y a defender la humanidad en su conjunto. Interculturalidad y multiculturalidad a veces se utilizan como sinónimos, otras veces la diferencia procede del ámbito de influencia. Pero se entiende la diferenciación: - Educación intercultural: creación de espacios de integración y de intercambio. - Educación multicultural: atención y respeto distanciado a las diferencias culturales. Multiculturalidad es un hecho, el hecho de que en un determinado espacio han de convivir personas identificadas con diversas culturas.