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Amebiasis (Absceso hepatico), Resúmenes de Parasitología

Sintesis sobre los abscesos amebianos el hígado

Tipo: Resúmenes

2023/2024

Subido el 06/03/2025

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ABSCESO HEPATICO AMIBIANO Patología El hígado es la localización amibiana
más frecuente después del colon. La puerta de entrada es el intestino grueso que ha sufrido
la invasión por E. histolytica; por vía porta los parásitos son transportados al hígado. La
invasión amibiana produce trombos en los pequeños vasos porta, los cuales están
cargados con trofozoítos, lo que da origen a puntos de necrosis y a microabscesos, cuya
ruptura causa inflamación inicial múltiple. Este estado no puede clasificarse
verdaderamente como hepatitis amibiana, pues no existe un cuadro anatomopatológico
definido de esta entidad. La etapa inflamatoria es transitoria, pues evoluciona hacia la
curación por las defensas naturales del organismo o avanza hacia la necrosis y constituye
el absceso. La etapa inicial consiste en la formación de pequeños focos que contienen
trofozoítos y células mononucleares, los neutrófilos son lisados por los trofozoítos. Luego
se presenta licuefacción de la zona central por necrosis y hemorragia que da origen a un
material gelatinoso. La dificultad para conocer las alteraciones microscópicas en la etapa
inicial de la invasión amibiana al hígado humano, no permite saber cuáles son los cambios
celulares iniciales. Infecciones experimentales han demostrado estos cambios, los cuales
posiblemente se pueden extrapolar al hombre. La primera etapa al llegar los trofozoítos
al hígado, está caracterizada por infiltración de neutrófilos que rodean al parásito. La lisis
de estos neutrófilos y de histiocitos que se han situado en la periferia de la lesión, dan
origen a necrosis al destruirse los hepatocitos. Estas células son remplazadas
progresivamente por macrófagos y células epitelioides para desarrollarse un granuloma.
Los granulomas fusionados aumentan la necrosis. Estos resultados sugieren que los
trofozoítos no lisan directamente los hepatocitos. Al aumentar la destrucción hepática y
reunirse varios abscesos, se forma progresivamente una cavidad (Figura 17). En la
periferia del absceso se encuentra tejido hepático en destrucción, fibrosis, linfocitos,
plasmocitos y trofozoítos. El contenido, que no es purulento, consiste en un líquido espeso
de color chocolate o amarillo rojizo, con grumos y restos de material coagulado y
necrótico. pero no siempre con trofozoítos, pues éstos no sobreviven en este ambiente y
después de que se desprenden de la pared son destruidos. En los abscesos crónicos puede
constituirse una cápsula de tejido fibroso que los aisla del tejido sano. La mayoría de los
casos afectan el lóbulo derecho y la parte superior del órgano. El absceso único es más
frecuente que el múltiple. El diámetro de las lesiones es muy variable, desde pocos
milímetros hasta 20 cm o más. En estudios de autopsias, la ruptura se ha encontrado en 2
a 7% de los casos y es más frecuente hacia peritoneo, pleura, pulmón y pericardio. Menos
comúnmente puede hacerlo hacia estómago, retroperitoneo, espacio subdiafragmático,
pared abdominal, etc. La ruptura es generalmente súbita y puede ser fatal. Cuando se hace
hacia el pulmón, puede producir vómica. El absceso hepático es la segunda causa de
muerte en amibiasis fatal, después de la perforación intestinal amibiana. En Colombia
aproximadamente 1/3 de los casos de muerte ocurren en niños. Hace 15 años la mortalidad
se calculaba en 20% para niños y 10% para adultos. En la actualidad es menos de 1 %,
debido a los avances en diagnóstico y terapéutica. Manifestaciones clínicas El comienzo
de la enfermedad es gradual y los primeros síntomas son inespecíficos, como debilidad
general, febrícula, anorexia y dolor en hipocondrio derecho. Cuando la sintomatología se
establece de manera definitiva, está caracterizada por gran malestar, fiebre, a veces con
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ABSCESO HEPATICO AMIBIANO Patología El hígado es la localización amibiana más frecuente después del colon. La puerta de entrada es el intestino grueso que ha sufrido la invasión por E. histolytica; por vía porta los parásitos son transportados al hígado. La invasión amibiana produce trombos en los pequeños vasos porta, los cuales están cargados con trofozoítos, lo que da origen a puntos de necrosis y a microabscesos, cuya ruptura causa inflamación inicial múltiple. Este estado no puede clasificarse verdaderamente como hepatitis amibiana, pues no existe un cuadro anatomopatológico definido de esta entidad. La etapa inflamatoria es transitoria, pues evoluciona hacia la curación por las defensas naturales del organismo o avanza hacia la necrosis y constituye el absceso. La etapa inicial consiste en la formación de pequeños focos que contienen trofozoítos y células mononucleares, los neutrófilos son lisados por los trofozoítos. Luego se presenta licuefacción de la zona central por necrosis y hemorragia que da origen a un material gelatinoso. La dificultad para conocer las alteraciones microscópicas en la etapa inicial de la invasión amibiana al hígado humano, no permite saber cuáles son los cambios celulares iniciales. Infecciones experimentales han demostrado estos cambios, los cuales posiblemente se pueden extrapolar al hombre. La primera etapa al llegar los trofozoítos al hígado, está caracterizada por infiltración de neutrófilos que rodean al parásito. La lisis de estos neutrófilos y de histiocitos que se han situado en la periferia de la lesión, dan origen a necrosis al destruirse los hepatocitos. Estas células son remplazadas progresivamente por macrófagos y células epitelioides para desarrollarse un granuloma. Los granulomas fusionados aumentan la necrosis. Estos resultados sugieren que los trofozoítos no lisan directamente los hepatocitos. Al aumentar la destrucción hepática y reunirse varios abscesos, se forma progresivamente una cavidad (Figura 17). En la periferia del absceso se encuentra tejido hepático en destrucción, fibrosis, linfocitos, plasmocitos y trofozoítos. El contenido, que no es purulento, consiste en un líquido espeso de color chocolate o amarillo rojizo, con grumos y restos de material coagulado y necrótico. pero no siempre con trofozoítos, pues éstos no sobreviven en este ambiente y después de que se desprenden de la pared son destruidos. En los abscesos crónicos puede constituirse una cápsula de tejido fibroso que los aisla del tejido sano. La mayoría de los casos afectan el lóbulo derecho y la parte superior del órgano. El absceso único es más frecuente que el múltiple. El diámetro de las lesiones es muy variable, desde pocos milímetros hasta 20 cm o más. En estudios de autopsias, la ruptura se ha encontrado en 2 a 7% de los casos y es más frecuente hacia peritoneo, pleura, pulmón y pericardio. Menos comúnmente puede hacerlo hacia estómago, retroperitoneo, espacio subdiafragmático, pared abdominal, etc. La ruptura es generalmente súbita y puede ser fatal. Cuando se hace hacia el pulmón, puede producir vómica. El absceso hepático es la segunda causa de muerte en amibiasis fatal, después de la perforación intestinal amibiana. En Colombia aproximadamente 1/3 de los casos de muerte ocurren en niños. Hace 15 años la mortalidad se calculaba en 20% para niños y 10% para adultos. En la actualidad es menos de 1 %, debido a los avances en diagnóstico y terapéutica. Manifestaciones clínicas El comienzo de la enfermedad es gradual y los primeros síntomas son inespecíficos, como debilidad general, febrícula, anorexia y dolor en hipocondrio derecho. Cuando la sintomatología se establece de manera definitiva, está caracterizada por gran malestar, fiebre, a veces con

escalofrío y dolor en zona hepática, que puede irradiarse a hombro derecho, epigastrio, espalda, etc. Puede haber náuseas, vómito, diarrea y cólico. Se observa amibiasis intestinal aguda concomitante en aproximadamente la cuarta parte de los casos, en los restantes es frecuente encontrar historia anterior de amibiasis intestinal. Sin embargo, en un porcentaje moderado de casos, no se relatan antecedentes clínicos de esta parasitosis. La pérdida de peso es muy frecuente como consecuencia de la franca anorexia que se presenta en los casos más graves. Se puede encontrar tos, disnea, dolor a la inspiración profunda y otros síntomas de origen pulmonar, debido a la presión que ejerce el hígado agrandado hacia el pulmón derecho. Al examen físico se encuentra gran sensibilidad en zona hepática, hepatomegalia y en algunos casos abombamiento del abdomen o de la pared costal. La alteración de la movilidad diafragmática y los signos de congestión pulmonar en la base derecha, son frecuentes. En muy pocos casos se presenta ictericia.. El cuadro clínico característico que hemos anotado no es constante, pues se observa en ocasiones únicamente 1 ó 2 de los síntomas mencionados, lo cual dificulta el diagnóstico. En algunos pacientes se acentúan ciertos síntomas o signos de órganos vecinos, lo que hace pensar en otras enfermedades, como neumonía, colecistitis o absceso perirrenal. Ocasionalmente un absceso de considerable magnitud pasa oligosintomático y aun asintomático por mucho tiempo. Detallaremos a continuación algunas características de los principales síntomas y signos observados, considerados en orden de frecuencia. Diagnóstico El diagnóstico diferencial debe hacerse con enfermedades que produzcan hepatomegalia dolorosa y tumoraciones del hígado, tales como hepatitis y tumores; con aquellas que produzcan dolor en zona peri-hepática, como colecistitis, apendicitis. absceso subfrénico o perirrenal y con enfermedades febriles como malaria e infecciones bacterianas que pueden estar acompañadas por escalofrío. Un diagnóstico con alta probabilidad de ser correcto se logra cuando existe la sintomatología y las características imagenológicas y las pruebas serológicas positivas. Los métodos de diagnóstico utilizados son los siguientes: Imagenológicos. La fluoroscopia revela inmovilidad diafragmática y elevación del hemidiafragma derecho. Esto último se comprueba por radiografía simple, la cual puede demostrar también la hepatomegalia. Puede observarse el tamaño del absceso y la presencia de nivel líquido, especialmente si se ha drenado y contiene aire (Figura 18). El método más recomendado es la ecografía o ultrasonografía. la cual permite visualizar la localización y determinar el tamaño de los abscesos (Figura 19). La gammagrafía. utilizando isótopos radiactivos, permite localizar abscesos a partir de 2 cm de diámetro (Figura 20). La tomografía axial computarizada (escanografía) demuestra el contorno más nítido y con medio de contraste intravenoso, muestra la presencia de un halo hiperdenso en la periferia del absceso (Figura 21). Este método y la resonancia magnética son menos utilizados por su alto costo. Imnunológicos. El hallazgo de anticuerpos circulantes es constante en abscesos hepáticos amibianos, aparecen en suero a los 7 a 10 días de iniciado el absceso, aumentan rápidamente y permanecen por varios años. La prueba de ELISA es la más utilizada. La contrainmunoelectroforesis (Figura 22) y la difusión en agar son menos sensibles y permanecen positivas por sólo un año. Existe también la hemaglutinación indirecta, la prueba de aglutinación con látex (SeramebarR ) y la que identifica la enzima histolisina (Enzymeba®). La

frecuencia del absceso en el hígado llega a cifras tan altas como 28 a 93%. Como causa de admisión hospitalaria en zonas endémicas, el absceso hepático amibiano contribuye con 0.1 a 1.2% de los pacientes. Es muy difícil establecer normas preventivas para el absceso hepático amibiano y únicamente podrán recomendarse las ya mencionadas para prevenir la amibiasis intestinal, la cual siempre es previa a la invasión hepática. Tratamiento El tratamiento del absceso hepático amibiano se hace preferentemente por quimioterapia. Las punciones evacuantes y el drenaje quirúrgico tienen indicaciones muy específicas. La terapia antiamibiana no lleva pautas estrictas, debe cambiarse o alargarse, de acuerdo a las necesidades y a la gravedad del caso. Cuando la quimioterapia no resulta eficiente y el paciente empeora, debe pensarse en la ayuda del cirujano, el cual puede efectuar un procedimiento quirúrgico, siempre continuando con el tratamiento médico antiamibiano. En los casos en los que falla la terapia antiamibiana, debe pensarse en un absceso piógeno y cultivar el material necrótico o instituir tratamiento con antibióticos.