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Resumen de los textos proporcionado por la materia
Tipo: Resúmenes
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En el presente trabajo les voy a mostrar un resumen que es acerca del tema de Desarrollo Humano y Erradicación de la pobreza, en el que hablaremos de los puntos que este abarca desde el desarrollo psicológico, político, económico y ético o moral donde explicare a detalle esos puntos de una forma entendible, así logremos entender todo lo que debe pasar el ser humano para crecer con buen desarrollo.
En última instancia el objetivo es cambiar el foco del desarrollo, desde la estrategia económica dominante (centrada en la expansión del ingreso) a otra estrategia multidimensional (centrada en la expansión de las capacidades humanas). De alguna manera, “desarrollo” se ha convertido en una palabra manida y sobre utilizada en el lenguaje cotidiano del siglo XXI, lo que contribuye a desgastar las aspiraciones transformadoras que encierra este concepto. El desarrollo humano implica el progreso de las condiciones de vida de las personas, por definición no existen estadios “desarrollados” y “no desarrollados”, sino que todas las personas y todas las sociedades avanzan – retroceden o se estancan– en sus respectivas sendas de progreso. El desarrollo humano es, además, un “derecho humano inalienable”. Así, la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo (OACDH, 1986), aprobada por la Asamblea General de NNUU en 1986, define el desarrollo como: “Un proceso global económico, social, cultural y político, que tiende al mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de todos los individuos sobre la base de su participación, libre y significativa en el desarrollo y en la distribución justa de los beneficios que de él se derivan.” 1995, el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano, dedicado a la condición de la mujer, señaló que “sólo es posible hablar de verdadero desarrollo cuando todos los seres humanos, mujeres y hombres, tiene la posibilidad de disfrutar de los mismos derechos y opciones”, refiriéndose a la desigualdad de género en términos de capacidades – educación, salud y nivel de pobreza- y de oportunidades – toma de decisión y autonomía económica y política-. Este informe introdujo dos nuevos índices: el Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG)
y el Índice de Potenciación de Género (IPG), que han sido y son claves para monitorear algunos aspectos de la situación de la igualdad de género. La concepción del desarrollo como un proceso de cambio estructural tiene sus orígenes en los tiempos de la descolonización, tras la II Guerra Mundial, con los trabajos de destacados economistas – y auténticos pioneros de los estudios del desarrollo– como Paul Rosenstein-Rodan, Walter Rostow, Hollis Cheney, Ragnar Nurkse, Albert Hirschman, Arthur Lewis, Gunnar Myrdal y Dudley Seers, entre otro enfoque de largo plazo, que parte del análisis de la historia económica de los países para entender los retos presentes del progreso y plantear estrategias de futuro. Esta nueva perspectiva de análisis centrada en la superación del subdesarrollo permitió identificar algunos aspectos claves del proceso de crecimiento, como son la industrialización, la urbanización, el éxodo del campo a la ciudad y el cambio social estructural. El desarrollo se concibe como un “proceso de transformación” a través del cual las sociedades transitan desde “economías tradicionales” (predominantemente rurales, agrícolas y poco productivas), a “economías modernas” (mayoritariamente urbanas, industriales y altamente productivas). Una de las predicciones más relevantes (y preocupantes) de estos investigadores fue la existencia de una suerte de “trampa de la pobreza” (o “círculo vicioso del subdesarrollo”) que determina la imposibilidad de superar el subdesarrollo si no es por medio de profundas transformaciones que alteren la estructura económica de un país – y, quizás también, por medio de ayuda internacional.
sociales, la limitación de libertades políticas, etc., que deben ser tomadas en cuenta en las estrategias de lucha contra la pobreza. Una de las fuertes críticas que se realizan desde la perspectiva de género, es que en la medición se toma únicamente como unidad de análisis el hogar, obviando las brechas de género y de edad, así como las relaciones de poder asimétricas que existen en su interior. Las desigualdades de género al interior del hogar se toman en cuenta, las mujeres aparecen sobrerrepresentadas entre las personas pobres y se evidencian los verdaderos niveles de pobreza entre la población femenina (PNUD, 2006). Esto tiene que ver con distintos factores. Por un lado, la división sexual del trabajo ha dado lugar a que los quehaceres domésticos y las labores de cuidado sigan siendo en nuestra región responsabilidad casi exclusiva de las mujeres, sin que ellas reciban ninguna remuneración por ello. A pesar de su incorporación masiva al mercado laboral en los últimos años, sus tasas de desempleo siguen siendo mucho más altas, enfrentan mayores condiciones de precariedad, informalidad e inestabilidad, y sus ingresos promedio representan entre el 60 y el 70% del salario de los hombres, aún cuando realizan el mismo trabajo. Los hogares encabezados por mujeres han ido en aumento y pasaron del 22% en 1990 al 31% en 2008 (Naciones Unidas, 2010). Los estudios demuestran que los hogares con jefatura femenina reciben menos ingresos, lo que se debe a la discriminación laboral y salarial que sufren las mujeres, al fenómeno de la migración masculina y a la irresponsabilidad paterna a la hora de aportar recursos para la manutención de sus hijos e hijas (es decir, suelen depender de un solo ingreso en el hogar que además suele ser menor debido a la ocupación de las mujeres en tareas peor remuneradas y a la desigualdad
salarial).Muchas de ellas han introducido medidas para superar la pobreza de las mujeres, pero en general estas iniciativas han tenido un marcado carácter asistencial, y las mujeres han sido identificadas principalmente como madres e intermediarias para el reparto de los beneficios en las familias, lo que supone un aumento del trabajo para ellas. Estas políticas, en general, no han sabido involucrar a los hombres ni al estado en las tareas domésticas y de cuidado, y han propuesto a las mujeres actividades de generación de ingresos desvinculadas del mercado, informales e insostenibles. Por ello, muchas de estas políticas y programas han sido fuertemente cuestionadas por reforzar los estereotipos y roles de género.