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La Interpretación Estética del Arte: Experiencia y Significado, Study notes of Mathematics

En este texto, mónica uribe explora el problema fundamental de la estética contemporánea: la relevancia de la experiencia estética en la interpretación de obras de arte. El autor examina la perspectiva estética, que enfatiza la importancia de la sensibilidad y el placer, y la postura interpretativa, que resalta el significado cognitivo de la experiencia artística. Uribe analiza las obras de immanuel kant y susan sontag, y propone una interpretación estética que concilia ambas perspectivas.

What you will learn

  • How does Immanuel Kant's philosophy of aesthetics contribute to the debate on the role of interpretation in art?
  • What is Mónica Uribe's proposal for reconciling the aesthetic and interpretative perspectives in the experience of art?
  • What is the difference between the aesthetic and interpretative perspectives on the experience of art?

Typology: Study notes

2018/2019

Uploaded on 09/23/2019

mayel-carrasco
mayel-carrasco 🇨🇦

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En La interpretación estética como experiencia del arte, Mónica Uribe nos
introduce a uno de los problemas fundamentales de la estética contemporánea,
que consiste en la pregunta por la posibilidad de una interpretación de la obra de
arte que no omita la relevancia fundamental de la experiencia estética. El término
interpretación estética, que forma parte del título de la obra en cuestión, es
particularmente revelador y controversial: revelador porque nos muestra la
propuesta filosófica de la autora, que trata de conciliar dos modos de entender la
experiencia del arte contrapuestos, a saber, la concepción estética (que se centra
en los aspectos sensibles de dicha experiencia) y la postura interpretativa (que
pone el acento en el contenido teórico); controversial porque para lograr la
conciliación referida, la autora debe pasar revista a ambas tradiciones, mostrando,
entre otras cosas, sus méritos y sus limitaciones. Mónica Uribe examina en su libro
precisamente estos dos puntos de vista respecto al modo como experimentamos
las obras de arte: por un lado, la perspectiva que pone el énfasis en los aspectos
estéticos, tales como el placer, la emoción y la percepción; por el otro, la postura
que subraya la relevancia de la interpretación del arte. La concepción estética de
la experiencia del arte sostiene que la relación que entablamos con la obra
artística es fundamentalmente de naturaleza sensible y no teórica. Cuando
estamos como espectadores ante una pieza de arte lo relevante son las
emociones o los sentimientos que suscita en nosotros. Un aspecto importante de
la relación estética es que ésta, al no ser conceptual, es intuitiva, es decir, el arte
nos agrada o nos conmueve de manera inmediata. Esto significa que el disfrute
estético de la obra de arte no requiere ser explicitado. Sabemos que algo nos
place sin necesidad de explicar por qué es así. A este respecto, Immanuel Kant ha
subrayado que en cuestiones del gusto puede haber desacuerdo, pero no
discusión. Este pensador ha caracterizado como juicios reflexivos a los
enunciados que expresan el gusto. El juicio reflexivo, como su nombre lo indica, se
flexiona sobre el sujeto de la enunciación, de forma tal que no se dirige a la obra
de arte. Así, este juicio no pretende decirnos nada acerca de su composición, de
su contenido o de su modo de ser. Lo que el juicio del gusto hace referencia, en
todo caso, es al sentimiento de placer o displacer que suscita en el sujeto
estético. Por esta razón, la relación estética con la obra de arte no precisa de un
discurso que la explique, pues remite a un acontecer subjetivo. Mónica Uribe alude
a una pensadora del siglo XX, Susan Sontag, quien también asume la perspectiva
estética. Esta autora sostiene que es erróneo pensar que las obras de arte
precisan de una interpretación, bajo el supuesto de que existe un contenido oculto
que necesita ser desentrañado. Señala lo desafortunado de ciertas lecturas
realizadas desde un enfoque marxista o psicoanalista, en las que la obra termina
siendo acallada o sustituida por una interpretación que se articula con base en
principios y presupuestos de una determinada teoría o doctrina. Por esta razón,
Susan Sontag propone una erótica del arte, en el sentido en que la relación con la
obra sea de una naturaleza más bien sensual que intelectual y más espontánea
que conceptual. Además, subraya el hecho de que las nuevas manifestaciones
artísticas, como la pintura abstracta, constituyen un buen referente de que el arte,
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En La interpretación estética como experiencia del arte, Mónica Uribe nos introduce a uno de los problemas fundamentales de la estética contemporánea, que consiste en la pregunta por la posibilidad de una interpretación de la obra de arte que no omita la relevancia fundamental de la experiencia estética. El término interpretación estética, que forma parte del título de la obra en cuestión, es particularmente revelador y controversial: revelador porque nos muestra la propuesta filosófica de la autora, que trata de conciliar dos modos de entender la experiencia del arte contrapuestos, a saber, la concepción estética (que se centra en los aspectos sensibles de dicha experiencia) y la postura interpretativa (que pone el acento en el contenido teórico); controversial porque para lograr la conciliación referida, la autora debe pasar revista a ambas tradiciones, mostrando, entre otras cosas, sus méritos y sus limitaciones. Mónica Uribe examina en su libro precisamente estos dos puntos de vista respecto al modo como experimentamos las obras de arte: por un lado, la perspectiva que pone el énfasis en los aspectos estéticos, tales como el placer, la emoción y la percepción; por el otro, la postura que subraya la relevancia de la interpretación del arte. La concepción estética de la experiencia del arte sostiene^ que la relación que entablamos con la obra artística es fundamentalmente de naturaleza sensible y no teórica. Cuando estamos como espectadores ante una pieza de arte lo relevante son las emociones o los sentimientos que suscita en nosotros. Un aspecto importante de la relación estética es que ésta, al no ser conceptual, es intuitiva, es decir, el arte nos agrada o nos conmueve de manera inmediata. Esto significa que el disfrute estético de la obra de arte no requiere ser explicitado. Sabemos que algo nos place sin necesidad de explicar por qué es así. A este respecto, Immanuel Kant ha subrayado que en cuestiones del gusto puede haber desacuerdo, pero no discusión. Este pensador ha caracterizado como juicios^ reflexivos^ a^ los enunciados que expresan el gusto. El juicio reflexivo, como su nombre lo indica, se flexiona sobre el sujeto de la enunciación, de forma tal que no se dirige a la obra de arte. Así, este juicio no pretende decirnos nada acerca de su composición, de su contenido o de su modo de ser. Lo que el juicio del gusto hace referencia, en todo caso, es al sentimiento de placer^ o^ displacer^ que^ suscita^ en el sujeto estético. Por esta razón, la relación estética con la obra de arte no precisa de un discurso que la explique, pues remite a un acontecer subjetivo. Mónica Uribe alude a una pensadora del siglo XX, Susan Sontag, quien también asume la perspectiva estética. Esta autora sostiene que es erróneo pensar que las obras de arte precisan de una interpretación, bajo el supuesto de que existe un contenido oculto que necesita ser desentrañado. Señala lo desafortunado de ciertas lecturas realizadas desde un enfoque marxista o psicoanalista, en las que la obra termina siendo acallada o sustituida por una interpretación que se articula con base en principios y presupuestos de una determinada teoría o doctrina. Por esta razón, Susan Sontag propone una erótica del arte, en el sentido en que la relación con la obra sea de una naturaleza más bien sensual que intelectual y más espontánea que conceptual. Además, subraya el hecho de que las nuevas manifestaciones artísticas, como la pintura abstracta, constituyen un buen referente de que el arte,

al prescindir del contenido representativo, se libera de la interpretación. El ejemplo que Mónica Uribe alude, con relación a este punto, es el Cuadrado negro sobre fondo blanco del pintor ruso Vladimir Malévich, el cual buscaba con su obra pictórica liberar al arte del lastre de la objetividad. A la luz de esto, adquiere mayor relevancia la postura de Susan Sontag respecto a que la experiencia estética no sólo puede prescindir de la comprensión de las obras de arte, sino que además la interpretación es un procedimiento inadmisible porque termina por usurpar el lugar de la obra misma. La postura interpretativa, por su parte, resalta el contenido conceptual de la experiencia del arte, lo cual implica que las obras de arte conllevan un significado cognitivo del cual nos quieren hacer partícipes. El mejor exponente de esta tradición lo encontramos en la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer, autor al cual Mónica Uribe dedica un capítulo de su libro. Para este pensador, la relación con una obra no puede reducirse al placer estético porque la experiencia del arte nos introduce a una forma especial de verdad. Al considerar la experiencia del arte como una forma paradigmática de verdad, Gadamer afirma la universalidad del problema hermenéutico. La cuestión hermenéutica subraya que el comprender y el interpretar remiten a consideraciones ontológicas, esto es, a modos de ser del existir humano y no a métodos de aplicación general. De esta forma, el encuentro con el arte posibilita una comprensión de nosotros mismos, es decir, un reconocimiento de nuestro modo de ser y del mundo que habitamos. A este respecto, Paul Ricoeur se pregunta qué sabríamos del amor, del odio, del bien, del mal y de todo aquello que llamamos el yo, si todo esto no hubiera sido representado en las obras literarias. Mónica Uribe sugiere que el problema de la interpretación en general, el cual incluye la comprensión del arte, se articula bajo los tres siguientes presupuestos generales. En primer lugar, una obra es un hecho significativo, dado que puede entenderse como un entramado de sentido (31). El sentido es un entramado que se constituye sobre diversos aspectos, tanto formales como simbólicos, que configuran la unidad y coherencia de la obra de arte. La autora opta por el término en lugar de significado porque el primero excede la mera asociación referencial a un objeto representado. Por esta razón, nos invita a no identificar el sentido de una obra únicamente con sus referentes semánticos o simbólicos, pues la organización formal y los recursos expresivos también lo constituyen. Esto explica que algunas interpretaciones se centren en los aspectos formales de la obra (estructura, recursos, relaciones), mientras que otras se enfocan en los elementos simbólicos (significados, contexto, convenciones).

En segundo lugar, a diferencia de la relación estética, el sentido de una obra no es algo que se revele de manera inmediata. Para comprender lo que la obra nos quiere decir, es necesario un trabajo de interpretación. La autora tiene cuidado en señalar que esto no implica que sólo los críticos del arte estén en condiciones de desentrañar el significado de las obras. Sin lugar a duda, el análisis de los especialistas es revelador, pero Mónica Uribe considera que la interpretación,

forma de comprensión de sentido que se articula conceptualmente y que parte del reconocimiento estético (85). La interpretación estética en la medida en que busca aprehender el sentido de la obra, parte de los supuestos que subyacen a la interpretación en general a saber, 1)^ que^ una^ obra^ comporta^ un^ contenido significativo, 2) que éste no se ofrece de manera inmediata y 3) que el sentido de una obra puede ser interpretado de múltiples formas. Por otro lado, puesto que la interpretación estética parte del reconocimiento estético, se trata aquí de hacer valer la relevancia de la sensibilidad (por ejemplo, la percepción y el gusto) en la constitución de la experiencia del arte. Mónica Uribe argumenta que para poder interpretar estéticamente es necesario que el espectador pueda reconocer, aunque sea a un nivel rudimentario, algunos rasgos poéticos de la obra, tales como la composición, formas, ritmos, acentos, símbolos, estilos, temas, etc. Estos elementos poéticos son identificables no por medio de un análisis especializado, sino en el juego de percepción, imaginación, razón y conocimiento (74). El punto importante aquí es que la sensibilidad se revela como condición de posibilidad de la interpretación del arte, pues en virtud de ella reconocemos aquellos aspectos poéticos de la obra que también configuran su sentido. Una implicación de esto último es que el individuo (o sujeto) es rehabilitado para la experiencia del arte, pues la sensibilidad es algo que acontece en el sujeto espectador. Este señalamiento no es en absoluto trivial si pensamos en Gadamer quien desplazó el rol del sujeto en la experiencia del arte, lo cual es evidente en su polémica con la conciencia estética.